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Por Humberto Acciarressi
"Cada vez me das más asco", le decía el otro día una chica a un muchacho en el colectivo 168. Confieso que me pareció bastante duro, letal para la autoestima de cualquier persona. Ahora la ciencia me informa que la piba estaba cuidando su salud. De acuerdo a un estudio difundido en Inglaterra, la repugnancia ayuda a los seres humanos a reconocer y prevenir enfermedades ¿Nunca sabremos de qué se estaba salvando la chica del colectivo?
Hemos dicho en reiteradas oportunidades que hay investigaciones que uno no sabe cómo empiezan y menos cómo terminan. Este estudio lo confirma. Cualquier persona en su sano juicio, desde el tiempo de los higienistas en el siglo XIX por lo menos, saben que hay que lavarse las manos si uno toca el contenido de una bolsa de basura a metros de la estación Constitución. Pero ahora lo dice la ciencia. Si la gente no rehuyera los estornudos o evitara el agua putrefacta y otras cosas desagradables, habría muchas más muertes en el mundo. Les juro que no es chiste. Googleen "asco" y después me cuentan.
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No debe existir un sólo ser humano que no sienta asco más de una vez por día. Y te aseguro que en la mayoría de los casos no por cuestiones higiénicas, sino en el sentido de la chica del colectivo que mencionamos antes. Eso sin contar con "la repugnancia" que sienten los racistas, xenófobos y otras lacras sociales por sus semejantes. Aunque después se laven las manos.
(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)