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31 diciembre 2007
30 diciembre 2007
El kirchnerismo nos robó una hora
Finalmente, a las 0 hs de anoche, los argentinos pusimos el reloj a la 1.00 hs del día de hoy. Es decir que en un segundo perdimos una hora de nuestras vidas.Todo por la crisis energética. No se por qué, siento que en el momento en que adelantábamos los relojes, la hora de las computadoras y de los celulares, nos estábamos suicidando a pedido. Ahora nos reclaman una hora, ¿cuánto faltará para que nos pidan un año?.
29 diciembre 2007
26 diciembre 2007
24 diciembre 2007
Madeleine, ¿estás enojada o no?
(...)
Michel: ¿Estás enojada conmigo?
Madeleine: Estaría enojada si no fueras celoso. Estaría enojada si fueras celoso.Estaría enojada si no te enojaras. Estaría enojada por no enojarme de que te hubieras enojado.
(...)
Jean Cocteau
(fragmento de la obra "Los padres terribles")
23 diciembre 2007
A la noche, en la Boca, luces del Riachuelo
La Fundación Proa cierra el año con una intervención artística al aire libre en el Puente Transbordador Nicolás Avellaneda, en el barrio de La Boca. La misma está a cargo del diseñador e iluminador Jorge Pastorino, que presenta hasta el martes el original juego de luces que se ve en las fotos. Obviamente, el espectáculo es por la noche.
22 diciembre 2007
20 diciembre 2007
Jean-Paul Sartre, un peso pesado del pensar
Por Humberto Acciarressi
Jean Paul Sartre sufre póstumamente la desgracia de haber sido un pensador de moda y uno de los autores más vendidos en el mundo durante, por lo menos, dos décadas. Demasiada exposición para salir airoso. Desde los años cincuenta hasta los 70 su obra influyó más que cualquier otra sobre las letras y las corrientes subterráneas que conforman la sociedad: la moda era estar con Sartre o contra Sartre. Malentendido o no, pudo haber sido una exageración. Pero no lo es menos que, en un mundo pragmático donde las ideas novedosas brillan por su ausencia, su obra sea considerada perimida.
Ya a su muerte, el 15 de abril de 1980 a los 74 años -había nacido en París el 21 de junio de 1905- decenas de artículos denostaron su obra con un entusiasmo digno de otras causaas. Por ejemplo, Juan Liscano, desde Caracas, sostenía que Sartre no era filósofo, tampoco un gran escritor y que su narrativa no resistía la crítica. Y era apenas uno en medio de un coro excesivamente numeroso. Y sin embargo...
En el tránsito de la fenomenología al existencialismo, su arribo a los arrabales del marxismo-leninismo, su desengaño del Gulag y sus adhesiones al maoísmo, Sartre fue cosechando amigos y enemigos casi por partes iguales. Pero contrariamente a lo que sostuvieron sus detractores, el autor de "La náusea" fue siempre un intelectual honesto, obsesionado con el pensamiento y con los problemas de su tiempo. Esto lo llevó durante la ocupación alemana a participar de la Resistencia francesa. También a no afiliarse al partido Comunista francés y poder criticar las intervenciones soviéticas a Hungría en 1956 y Checoslovaquia en 1968. O a uno de sus gestos más radicales, la renuncia al Premio Nobel que se le concedió en 1964 por considerar que, aceptarlo, comprometía su integridad de escritor.
Pero fundamentalmente, no fue un pensador superficial como sí lo fueron -y aún lo son- muchos de sus críticos. Obras filosóficas como "El ser y la nada" -su tratado más célebre- piezas teatrales como "Las moscas", su novela "La náusea", la serie inconclusa compuesta por "La edad de la razón", "El aplazamiento" y "La muerte en el alma" y su tarea al frente de la revista Les Temps Modernes junto a su compañera Simone de Beauvoir son apenas algunos jalones de ese permanente movimiento intelectual. La soledad, la angustia, el fracaso, la muerte -los temas eternos del hombre- están en la obra de ese personaje feo, bizco y genial que se llamó Jean Paul Sartre. Demasiado peso para los devotos del videoclip, las lecturas fáciles y las frases hechas. Así, la crítica y hasta la indiferencia pueden ser un homenaje.
(Publicado en el diario La Razón, de Buenos Aires)
Dejen en paz al pobre Shakespeare
"Declaración de Duda Razonable". Así, pomposa y casi científicamente, no hace mucho un grupo de actores británicos decidió reabrir el debate sobre quién escribió realmente las obras de William Shakespeare. De esa forma, el cisne de Stratford upon Avon -por lo menos el autor del famoso testamento en el que le deja su "segunda mejor cama" a su esposa y que tiene la única firma que se conoce de él- recibía post mortem otro duro golpe sobre su ya desaparecida cabeza. Las teorías sobre otras autorías de sus obras son casi legendarias, desde la reivindicación de Francis Bacon, pasando por Christopher Marlowe o Edward de Vere. Unos dijeron que fue un hijo ilegítimo de la reina Isabel, y otros fueron aún más allá.
Hay un excelente libro de Mark Twain, nunca reeditado desde hace casi un siglo, que lleva por título "¿Ha muerto Shakespeare?". En la obra, el escritor del Mississippi se suma a los que ponen en duda la identidad de Shakespeare, con la prosa irónica característica del autor de "El billete de un millón de dólares". Ahora, los cables informan que "The flower", el más difundido de los cuadros que retratan a mister William, sería falso. Dicho en criollo: en materia shakespereana, sobre llovido, mojado.
Ahora bien. Siete ciudades de la antigüedad se disputaban el lugar de nacimiento de Homero, quien tampoco habría sido un sólo hombre según el análisis de la Illíada y la Odisea. Por suerte, de Cervantes existen los suficientes documentos como para certificar que escribió el Quijote o las Novelas ejemplares, aunque en vida suya, Avellaneda haya fraguado su obra más famosa. ¿Tiene, entonces, importancia quien es realmente el autor de Hamlet, Macbeth o Sueño de una noche de verano, y si el retrato de su cara es falso? El autor de estas líneas no puede ni quiere contestar esta pregunta, que transfiere a los lectores.
"Somos de la misma materia de la que se tejen los sueños", escribió Shakespeare. Haya nacido donde haya nacido, sea cual sea su cara. La literatura, ese vasto sueño que hace más llevadera la vida de millones de personas, le debe uno de sus capítulos más hermosos. Sobre el zarandeo de la posteridad y vicios colaterales, puede decirse: Dejen en paz a Shakespeare.
(Publicado en La Razón, de Buenos Aires)
19 diciembre 2007
18 diciembre 2007
17 diciembre 2007
16 diciembre 2007
15 diciembre 2007
13 diciembre 2007
10 diciembre 2007
08 diciembre 2007
El triste día en que mataron a Lennon
El 8 de diciembre de 1980 fue un día especial, de esas jornadas que dividen la vida de una persona en un antes y un después. Las primeras noticias, confusas, mencionaban que habían matado a... Jack Lemmon. Hubiera sido trágico, por cierto, pero no un hito, más allá de su condición de comediante excepcional. Al poco rato, los cables aclaraban: "Mataron a John Lennon". El autor de estas líneas aún guarda el de la agencia AP con el primer anuncio oficial (aclaración para jóvenes periodistas: era de papel, sedoso, en tiras que eran una chorrera de largo y con el tiempo las letras le desaparecían como por arte de magia. Los picadores de cables le cambiaban el "hoy" por el "ayer" con tachaduras que en la actualidad, con internet, ya no existen).
El "Mataron a Lennon" fue un mazazo tan irracional como inesperado.La irrupción de lo desconocido en un mundo de rutinarias convenciones. Si Mark Chapman quiso dar un golpe que conmoviera de verdad, tuvo más éxito que el propio Oswald.Un presidente es siempre un blanco más previsible que un músico de rock, sobre todo si ese artista había sido un Beatle, terminaba de grabar su último disco "Doble fantasía" y había dado, en los días previos, un reportaje -el mejor que le hicieron en toda su vida, el de la revista Playboy- en el que desmenuzaba cada uno de los temas de su carrera, y el papel que en cada uno le había correspondido a Paul, Ringo y George.
De su música, sus letras, de esa voz conmovedoramente quebrada, ligeramente grave, de sus campañas por la paz, por la liberación de la mujer, por el arte, de sus explosivas declaraciones, se ha escrito tanto que casi no se puede añadir más nada, aunque nunca se deben apresurar conclusiones. El falso River-Boca entre Lennon y McCartney fue casi tan ridículo como el de los Beatles y los Rolling Stones (los integrantes de ambas bandas se emborrachaban juntos y se admiraban mutuamente (ver tapa de Sargento Pepper’s y declaraciones de todos los miembros, vivos y muertos).
Lo realmente terrible, lo que fue una línea divisoria entre el antes y el después de los balazos en la puerta del edificio Dakota de Nueva York, fue el tipo de muerte y en el momento en que ocurrió. Al día de hoy, los caídos del rock ya pueden llenar un cementerio, desde los pioneros solistas, pasando por las primeras bandas, las superbandas, los cantantes solitarios al estilo Janis Joplin o las autoinmolaciones marca Kurt Cobain o Hutchence. La de Lennon fue diferente y la única de la que se ocuparon, incluso, escritores como García Márquez. Es así por varias razones, pero especialmente porque cada uno tiene la suya, propia e intransferible.
(Publicado en La Razón, de Buenos Aires)
05 diciembre 2007
04 diciembre 2007
02 diciembre 2007
Juan Gelman o un premio a la poesía
Por Humberto Acciarressi
Juan Gelman acaba de recibir, merecidamente, el premio Cervantes, algo así como el Nobel del idioma castellano. Consideremos que sólo tres argentinos -Borges, Sábato y Bioy Casares- lo habían obtenido anteriormente, y tratemos de obviar la injusticia de que el autor de "El aleph", el mejor escritor del idioma español de los últimos 500 años, lo haya recibido compartido con Gerardo Diego.
Hay varios motivos por los que un autor puede recibir un premio: la injusticia es uno, la moda es otro, lo políticamente correcto no lo es menos. En el caso de Gelman, por lo menos en esta ocasión, salvo su inocultable y cuestionable militancia política en una organización terrorista, no parecen haber existido algunos de esos motivos. Como escritor, cultiva la poesía, un género que no se edita, se lee poco, que los autores esconden como si tuvieran sarna, que la mass media ignora como cualquier cosa que exija salir un poco de la superficie. Nada de esto es poco, como para que llame la atención que el Cervantes recaiga en un poeta, en un gran poeta, sobre el que tampoco habría que hacerse falsas expectativas en cuanto a las ventas futuras de sus libros.
Sin embargo, como señal de un premio tan importante, que se haya galardonado a un poeta de la Argentina -cuna de algunos de los mejores poetas de la lengua castellana- es para elogiar y agradecer.De los tres anteriores, dos (Sábato y Bioy) fueron narradores. Sólo Borges, que nunca escribió novela, cultivó la poesía a la par del cuento y el ensayo. Sobre la obra abundante de Gelman nos parece mejor remitir a los lectores que no la han frecuentado a cualquiera de sus libros. El azar, en este caso, no será enemigo de la calidad. Sus poemas son parejamente buenos, la sensualidad de las palabras en el marco a veces intimista, a veces críticamente realista, ponen de relieve una de las mejores poesías de la actualidad.
Arturo Uslar Pietri ha hecho notar que la tradición de Occidente era la de vislumbrar la poesía como la expresión suprema de la palabra y el pensamiento. Algo heredado del mundo clásico, cuando los contemporáneos de Homero y Virgilio consideraban que toda Grecia estaba en la Illiada y la Odisea y toda Roma en la Eneida. Juan Gelman pertenece a esa tradición. El ha escrito: "En el gran cielo de la poesía/mejor dicho/en la tierra o mundo de la poesía/ que incluye cielos/astros/ dioses/mortales (. .)". Por eso, al margen de otras cuestiones menores, no estaría mal considerar, en el premio a Juan Gelman, un reconocimiento a los grandes, imprescindibles poetas de nuestro país.
(Publicado en La Razón, de Buenos Aires)
Imagen: Maggie Taylor
Juan Gelman acaba de recibir, merecidamente, el premio Cervantes, algo así como el Nobel del idioma castellano. Consideremos que sólo tres argentinos -Borges, Sábato y Bioy Casares- lo habían obtenido anteriormente, y tratemos de obviar la injusticia de que el autor de "El aleph", el mejor escritor del idioma español de los últimos 500 años, lo haya recibido compartido con Gerardo Diego.
Hay varios motivos por los que un autor puede recibir un premio: la injusticia es uno, la moda es otro, lo políticamente correcto no lo es menos. En el caso de Gelman, por lo menos en esta ocasión, salvo su inocultable y cuestionable militancia política en una organización terrorista, no parecen haber existido algunos de esos motivos. Como escritor, cultiva la poesía, un género que no se edita, se lee poco, que los autores esconden como si tuvieran sarna, que la mass media ignora como cualquier cosa que exija salir un poco de la superficie. Nada de esto es poco, como para que llame la atención que el Cervantes recaiga en un poeta, en un gran poeta, sobre el que tampoco habría que hacerse falsas expectativas en cuanto a las ventas futuras de sus libros.
Sin embargo, como señal de un premio tan importante, que se haya galardonado a un poeta de la Argentina -cuna de algunos de los mejores poetas de la lengua castellana- es para elogiar y agradecer.De los tres anteriores, dos (Sábato y Bioy) fueron narradores. Sólo Borges, que nunca escribió novela, cultivó la poesía a la par del cuento y el ensayo. Sobre la obra abundante de Gelman nos parece mejor remitir a los lectores que no la han frecuentado a cualquiera de sus libros. El azar, en este caso, no será enemigo de la calidad. Sus poemas son parejamente buenos, la sensualidad de las palabras en el marco a veces intimista, a veces críticamente realista, ponen de relieve una de las mejores poesías de la actualidad.
Arturo Uslar Pietri ha hecho notar que la tradición de Occidente era la de vislumbrar la poesía como la expresión suprema de la palabra y el pensamiento. Algo heredado del mundo clásico, cuando los contemporáneos de Homero y Virgilio consideraban que toda Grecia estaba en la Illiada y la Odisea y toda Roma en la Eneida. Juan Gelman pertenece a esa tradición. El ha escrito: "En el gran cielo de la poesía/mejor dicho/en la tierra o mundo de la poesía/ que incluye cielos/astros/ dioses/mortales (. .)". Por eso, al margen de otras cuestiones menores, no estaría mal considerar, en el premio a Juan Gelman, un reconocimiento a los grandes, imprescindibles poetas de nuestro país.
(Publicado en La Razón, de Buenos Aires)
Imagen: Maggie Taylor
01 diciembre 2007
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