Por Humberto Acciarressi
El fotógrafo húngaro André de Dienes (1913-1985) ya era, en 1945, un profesional que había trabajado en la agencia Associated Press en Europa, y en Esquire, Vogue y Life en los Estados Unidos. Pero al margen de las fotografías de moda en las que se había especializado, se dedicaba a registrar las culturas nativas de los Estados Unidos y, radicado en California, a desarrollar un especial interés en desnudos y en paisajes. Hasta allí, un buen profesional pero sin nada de otro mundo que alterara sus jornadas. Fue entonces cuando un día de ese año de 1945 conoció a Norma Jeane Baker, una bellísima chica de 19 años que figuraba en los listados de la célebre Agencia de Modelos del Libro Azul de Emmeline Snively. Fue ésta quien le sugirió a André de Dienes que conociera a la joven que por entonces ni soñaba con convertirse en Marilyn Monroe, el mayor ícono femenino del siglo XX y emblema estético de los artistas del Pop, posteriores a su suicidio a los 36 años en 1962.
Pero la entonces Norma Baker llegaba de una infancia y adolescencia terribles, saltando de padres adoptivos a orfanatos, e incluso un matrimonio con un joven obrero, James Dougherty, cuando acababa de cumplir 16 años, realizado para salvarse de ir a otra casa de huérfanos. En 1944, mientras su esposo se encontraba en el Pacífico, ella trabajaba en una fábrica de aviones (Radioplane Company), donde la fotografió David Conover, un enviado de la Fuerza Aérea de Estados Unidos (todavía en guerra) para una revista destinada a levantar la moral con las imágenes de las trabajadoras. Sin embargo, en 1945 dejó la fábrica y se dedicó a modelar para la agencia de Emmeline Snively. Fue ésta quien le aconsejó teñir su pelo castaño oscuro a rubio platinado. Y quien le presentó a Andre de Dienes. El fotógrafo, en sus memorias, recordó aquel momento: "...fue como si me hubiera sucedido un milagro. Norma Jeane parecía un ángel. Apenas pude creerlo por unos momentos ¡Un ángel terrenal de aspecto sexy! ¡Y enviado expresamente para mí!".
Si bien Snively se la había recomendado para su proyecto de desnudos artísticos, el fotógrafo no le tomó ninguno en las centenares de fotos que le sacó. Sí unas muy bellas fotografías de carretera en un viaje de cinco semanas que hicieron a tal fin, por las que Norma/Marilyn apenas recibió una paga de 200 dólares. Posteriormente, aunque el artista obtuvo grandes ganancias por las tomas, jamás le dio un peso a la retratada, quien -hasta donde se sabe- tampoco reclamó nada, cuando ya comenzaba a cimentar el mito cinematográfico de su genio y figura (de hecho la siguió fotografiando en los años posteriores). Pero más alla de la canallada de no pagarle esas sesiones de fotos inaugurales (con las que luego hizo libros célebres), hay que reconocerle a Andre de Dienes que las mismas sirvieron para los primeros pasos de la ya legendaria Marilyn Monroe. Lo cual, la verdad sea dicha, no es poca cosa.