Por
Humberto Acciarressi
Este es apenas una fragmento de la triste verdad de Boca Juniors, ese equipo que hace años no gana nada y se aferra a supuestas glorias en blanco y negro de tan antiguas que son. Lejos del breve lapso en el que le fue bien internacionalmente (etapa de Bianchi, con la plata de Macri, hoy empleado de la FIFA), sigue muy lejos de los campeonatos obtenidos por el campeón del siglo XX argentino, River Plate. Para colmo, el club "bostero" viene siendo eliminado por el clásico rival en cuanta competencia internacional o nacional se crucen. River lo sacó a Boca de la Copa Sudamericana del 2014 y luego la ganó. Unos meses más tarde, lo eliminó de la Copa Libertadores 2015 y también la obtuvo.
En la misma senda, ambos se cruzaron en la primera superfinal vernácula (la final del siglo XXI, se la llamó), y River le pegó un baile histórico en Mendoza y se quedó con la Supercopa Argentina en 2018. En tanto, en los torneos locales, el Millonario le siguió ganando a Boca en todos lados, especialmente en la BomboMierda, como caracterizan los clubes de la Argentina a ese estadio-chiquero, por el que los turistas tienen, a esta altura de los acontecimientos, un morboso entusiasmo.
Así se llegó a la final de la Copa Libertadores 2018, en la que el gobierno macrista de la ciudad de Buenos Aires dejó una zona liberada en las adyacencias del Monumental, que provocó que los inadaptados de siempre apedrearan el micro xeneize, razón por la cual el ministro de Seguridad porteño tuvo que renunciar. Lo mismo había ocurrido con el ómnibus de River, en el partido de ida en cancha de Boca, que concluyó 2 a 2 con un hecho sin precedentes en los clásicos del mundo y ni hablar en una final galáctica: el Millonario estuvo dos veces abajo en el marcador y Boca, caracterizado por su "pecho frío", no pudo mantener el resultado. Salieron tan amargados por ese empate con sabor a derrota en su cancha, que la gente los silbó y hasta Tévez les tuvo que gritar a sus compañeros que por lo menos llevaran la cabeza en alto. De ese partido, los hinchas de Boca aún recuerdan llorando el momento en que estaban gritando un gol, y, sacando del medio, River se lo empató a los 10 segundos. Decir vergüenza es decir poco.
Para el partido de vuelta de la Libertadores 2018 y con la cola entre las patas, Boca fue al Monumental aterrado. Y luego de los incidentes, aunque su presidente y el del club rival habían resuelto realizar el partido al día siguiente (el nuevo mandamás bostero, Jorge Ameal, acaba de decir que él no lo hubiera jugado y "hubiera intentado en el escritorio", lo que habla a las claras lo que es ese triste club que ascendió a la Primera división del fútbol argentino por decreto, luego de varios años de penar como un fantasma). Lo cierto es que el partido se terminó jugando en Madrid, en el Estadio Bernabéu, y se convirtió en el match de fútbol más visto en la historia del fútbol. Allí, hasta la mitad del segundo tiempo, Boca iba ganando 1 a 0. Pero el pecho frío azul y amarillo pudo más. River se lo empató vía Lucas Pratto, y en tiempo suplementario lo liquidó con los goles de Juanfer Quintero y el Pity Martínez (el tanto más visto y relatado en 200 años de este deporte). River, así, volvía a dejar a Boca sin el pan y sin la torta, en una final que los menos optimistas sostienen que aún se recordará dentro de un milenio. Pero aunque parezca mentira la historia no concluyó allí.
En el 2019, en la semifinal de una nueva Copa Libertadores, el Millonario volvió a ganarle y dejarlo afuera a su pobre rival, con sus hinchas ya acostumbrados a comprarse la camiseta de los rivales de River con la esperanza de, alguna vez, festejar algo. En apenas los últimos cinco años, el equipo de la banda roja desnudó la verdadera naturaleza de Boca: un equipo para el turismo, más famoso por el barrio que por su historia. Para decirlo de otra manera, si no fuera por Caminito, nadie conocería a este club. Como anécdota final: después de perder la final en Madrid (incluso antes) el equipo del relato inventado se presentó al TAS (Tribunal Arbitral Superior). El máximo órgano de justicia deportiva acaba de fallar: el único campeón es River. A Boca, para dar la vuelta olímpica, siempre le quedará la calesita del Parque Lezama.