19 junio 2014

¿Se conocieron Saint-Exupéry y Horacio Quiroga?

ANTOINE DE SAINT-EXUPERY EN LA ARGENTINA
Por Humberto Acciarressi

Se sabe, y ya le hemos dedicado una columna al asunto, que el Gordo y el Flaco se conocieron e intercambiaron sus primeras palabras en Buenos Aires, donde integraban distintas compañías teatrales, varios años antes de formar el dúo cómico en los Estados Unidos. Está casi comprobado que Carlos Gardel y Ceferino Namuncurá fueron a la misma escuela primaria, y -aunque se trate de una leyenda- se dice que el beato le ganó un concurso de canto al Morocho del Abasto (personalmente no lo creo, a menos que se tratara de un milagro). Quienes también parece que se conocieron, ya no en nuestra ciudad capital sino en la selva misionera, fueron los aventureros y escritores Horacio Quiroga y Antoine de Saint-Exupéry.

Sabemos que el autor de "El Principito", convocado para organizar los vuelos de la Aeroposta, estuvo viviendo en la Argentina entre 1929 y 1931. También ya está casi estipulado que la historia del joven habitante del asteroide B612 nació y se escribió en nuestro país, y probablemente en dos lugares diferentes: Concordia y la península de Valdés. Los viejos habitantes de Misiones, hace unos años, aún recordaban la tarde de 1930 en que un aviador francés, "un rubio caviloso, que fumaba en pipa y llevaba siempre un anotador y una gran máquina fotográfica" (en palabras de Julio Sánchez Ratti) aterrizó en una precaria pista de la provincia norteña. Saint-Exupéry se alojó en el Hotel Paris (más tarde Hotel Internacional), ubicado en el centro de la ciudad.

Resulta que en el mismo complejo y en los mismos días, también paró alli Horacio Quiroga, que había roto su autoexilio en Teyú Cuaré, en las cercanías de San Ignacio. Cuando ocurría eso -según los contemporáneos- llegaba en motocicleta, cubierto de polvo colorado, en busca de alguien con quien charlar. Hay quienes sostienen que ambos escritores compartieron conversaciones en los salones e incluso que comieron juntos debajo del parral del patio, cerca de un aljibe. Quiroga se quitó la vida menos de una década más tarde y Saint-Exupéry se hundió con su avíón en la aguas, quince años después, luego de ser alcanzado por la metralla de un caza alemán. A diferencia de los casos de Gardel y Ceferino, o del Gordo y el Flaco, no queda nada escrito sobre el encuentro en el Hotel Paris. Pero la tradición oral, que los misioneros transmiten de generación en generación, es bastante convincente

(Esta columna fue publicada en el diario La Razón y también podés leerla acá)

HORACIO QUIROGA EN MISIONES, EN SU MOTO