31 enero 2021

André de Dienes, el fotógrafo que hizo famosa a Marilyn Monroe


Por Humberto Acciarressi

El fotógrafo húngaro André de Dienes (1913-1985) ya era, en 1945, un profesional que había trabajado en la agencia Associated Press en Europa, y en Esquire, Vogue y Life en los Estados Unidos. Pero al margen de las fotografías de moda en las que se había especializado, se dedicaba a registrar las culturas nativas de los Estados Unidos y, radicado en California, a desarrollar un especial interés en desnudos y en paisajes. Hasta allí, un buen profesional pero sin nada de otro mundo que alterara sus jornadas. Fue entonces cuando un día de ese año de 1945 conoció a Norma Jeane Baker, una bellísima chica de 19 años que figuraba en los listados de la célebre Agencia de Modelos del Libro Azul de Emmeline Snively. Fue ésta quien le sugirió a André de Dienes que conociera a la joven que por entonces ni soñaba con convertirse en Marilyn Monroe, el mayor ícono femenino del siglo XX y emblema estético de los artistas del Pop, posteriores a su suicidio a los 36 años en 1962. 

Pero la entonces Norma Baker llegaba de una infancia y adolescencia terribles, saltando de padres adoptivos a orfanatos, e incluso un matrimonio con un joven obrero, James Dougherty, cuando acababa de cumplir 16 años, realizado para salvarse de ir a otra casa de huérfanos. En 1944, mientras su esposo se encontraba en el Pacífico, ella trabajaba en una fábrica de aviones (Radioplane Company), donde la fotografió David Conover, un enviado de la Fuerza Aérea de Estados Unidos (todavía en guerra) para una revista destinada a levantar la moral con las imágenes de las trabajadoras. Sin embargo, en 1945 dejó la fábrica y se dedicó a modelar para la agencia de Emmeline Snively. Fue ésta quien le aconsejó teñir su pelo castaño oscuro a rubio platinado. Y quien le presentó a Andre de Dienes. El fotógrafo, en sus memorias, recordó aquel momento: "...fue como si me hubiera sucedido un milagro. Norma Jeane parecía un ángel. Apenas pude creerlo por unos momentos ¡Un ángel terrenal de aspecto sexy! ¡Y enviado expresamente para mí!"

Si bien Snively se la había recomendado para su proyecto de desnudos artísticos, el fotógrafo no le tomó ninguno en las centenares de fotos que le sacó. Sí unas muy bellas fotografías de carretera en un viaje de cinco semanas que hicieron a tal fin, por las que Norma/Marilyn apenas recibió una paga de 200 dólares. Posteriormente, aunque el artista obtuvo grandes ganancias por las tomas, jamás le dio un peso a la retratada, quien -hasta donde se sabe- tampoco reclamó nada, cuando ya comenzaba a cimentar el mito cinematográfico de su genio y figura (de hecho la siguió fotografiando en los años posteriores). Pero más alla de la canallada de no pagarle esas sesiones de fotos inaugurales (con las que luego hizo libros célebres), hay que reconocerle a Andre de Dienes que las mismas sirvieron para los primeros pasos de la ya legendaria Marilyn Monroe. Lo cual, la verdad sea dicha, no es poca cosa.












19 enero 2021

Hallan la pintura rupestre de un animal más antigua del mundo


Un equipo de arqueólogos ha descubierto, en un valle remoto en la isla Sulawesi, en Indonesia, la pintura rupestre de animales más antigua que el mundo tenga conocimiento. El descubrimiento se realizó en la cueva Leang Tedongnge, a la que sólo se puede acceder durante la estación seca puesto que el resto del año se inunda por las lluvias. La pintura representa a un cerdo salvaje a escala 1:1 (o sea el mismo tamaño que el real de lo que representa), con 136 centímetros de ancho y 54 de alto, y se cree que formaba parte de una pintura mayor, ya que a su lado se encontraron restos de los que podrían ser otros dos animales pintados . "El cerdo parece estar observando una pelea o interacción social entre otros dos cerdos verrugosos", señaló un investigador. 

La pintura rupestre, que tiene más de 45 mil años, se ha conservado muy bien, lo que permite ver con lujo de detalles las características del cerdo como su cresta, gestos faciales y los cuernos en una notable muestra de arte figurativo. El mismo fue pintado con un pigmento ocre en color rojo oscuro, y también se destaca la presencia de dos huellas de mano pintadas al lado de la espalda del cerdo. Para determinar la antigüedad de la pintura los investigadores analizaron la calcita que se había depositado encima de la misma. Por una datación de isótopos de uranio se ha podido determinar que la pintura tiene "al menos" los 45.500 años de antigüedad mencionados. Y se señala "al menos" porque es la edad que tiene la calcita depositada encima: la pintura podría ser aún más antigua. 

El hallazgo fue presentado ante el mundo en un artículo publicado en la revista científica Science Advances, pero el mismo fue realizado por occidentales en 2017, durante unas investigaciones de un equipo de la Universidad Griffith de Australia. Previamente, el mismo equipo de investigadores encontró también en Sualwesi, la pintura más antigua de esa región hasta el momento. Se trata de una pintura que representaba a un grupo de humanos cazando mamíferos. En esa oportunidad se determinó que la pintura tenía unos 43.900 años de antigüedad. 

Aunque la pintura del cerdo es la pintura rupestre de un animal más antigua jamás encontrada, hay que precisar que en 2018 se encontró en Sudáfrica el que se cree que es el dibujo más antiguo conocido hasta la fecha. Con más de 73.000 años, se trata de unas pequeñas líneas sobre un trozo de piedra que parecen formar parte de un dibujo que en su día fue mayor.

ARRIBA LA FIGURA COMPLETA. ABAJO, LA MISMA EN ALTO CONTRASTE

Avenida Callao con neblina en 1935, Buenos Aires

16 enero 2021

Borges y la lectura como una forma de la felicidad


"(...) la frase lectura obligatoria es un contrasentido, la lectura no debe ser obligatoria ¿Debemos hablar de placer obligatorio? ¿Por qué? El placer no es obligatorio, el placer es algo buscado (...) La lectura debe ser una forma de la felicidad" 

Jorge Luis Borges

05 enero 2021

El libro que mata con arsénico a quien lo lee sin protección


Por Humberto Acciarressi 

Hace unos años publiqué, en varias revistas y diarios, una serie de notas bajo el título "El misterio de los libros asesinos". No viene al caso mencionarlos ahora, aunque si anotar que no figuraban los cuatro ejemplares sobrevivientes de los 100 impresos en 1874 de la obra "Shadows from the Walls of Death" (Sombras de los muros de la muerte), cuyo contenido de láminas hechas en arsénico pueden matar a una persona literalmente. Curiosamente, el autor, Robert C. Kedzie, que fue cirujano durante la Guerra de Secesión estadounidense, era un investigador muy preocupado por las propiedades peligrosas del arsénico, a partir del tratamiento de una nena de nueve meses que mejoraba cuando se la sacaba de su casa y empeoraba cuando la devolvían del hospital. Así fue como Kedzie descubrió que el problema se encontraba en el arsénico del empapelado que recubría las paredes del cuarto de la pequeña. 

Hay que observar que esos tapices de papel eran típicos en las casas victorianas de las clases medias y acomodadas inglesas. Y en lo que atañe a los Estados Unidos, los papeles con delicados motivos florales, sobre todo en tonalidades verdes, causaban furor a mediados del siglo XIX. Aunque se sabía que el arsénico era letal si se ingería directamente, para lograr mejores colores los fabricantes recurrían a ese peligroso elemento químico. Como dato curioso puede acotarse que al mismo se lo conocía vulgarmente como "polvo de la herencia", ya que podía emplearse para desembarazarse de familiares ricos y ancianos y recibir cuantiosas fortunas. Lo que se ignoraba era que también eran dañinas para la salud la inhalación de sus partículas o la absorción a través de la piel. 

Fue en ese contexto que el médico y profesor de química estadounidense Robert M. Kedzie -con gran actividad académica en Michigan- publicó, en 1874, "Shadows from the Walls of Death". Lo que hizo inexplicablemente mal fue incluir en el libro 84 láminas de muestras de esos empapelados letales, con lo cual, paradójicamente, la misma obra se transformó en una bomba peligrosísima para la salud. Nunca se sabrá cuantas personas murieron al leer y pasar las páginas en las que se encontraban las muestras del papel de pared, al entrar en contacto con el arsénico que estas contenían. 

Cuando finalmente la obra de Kedzie dio sus frutos y ya advertido el peligro, se destruyeron la mayoría de los 100 ejemplares, que el propio autor había distribuido en colegios y bibliotecas populares de Michigan. Pero se salvaron cuatro, que existen al día de hoy. Estos se encuentran en la Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos (con una versión digitalizada, que hemos consultado); otro en Harvard; y dos más en la Universidad de Michigan y en la Michigan State University en una sección titulada “Colecciones especiales”. Cada uno de estos volúmenes está encapsulado y debidamente resguardado, y para leerlos se deben utilizar guantes de protección para evitar contactos con la piel. Curiosa paradoja la de esta obra: cuando gracias a ella ya no se utiliza arsénico en los empapelados, los cuatro ejemplares que quedan aún pueden matar.











EL PROFESOR KEDZIE DANDO UNA CONFERENCIA EN 1892