Por Humberto Acciarressi
Ya escribimos una columna sobre el tema. La historia comenzó cuando Justin Bieber quiso entrar en Alemania con su mascota, un mono capuchino que lo acompañaba a todos lados. Lo que no tuvo en cuenta el cantante (de alguna forma hay que llamarlo) fue que las autoridades aduaneras alemanas no son tontas. El asunto es que le incautaron el mono, l amado Mally, ya que el chico no tenía todos los papeles necesarios.
El canadiense no pagó la multa y se fue a cantar, dejando a su mascota "querida" en una jaula del aeropuerto de Munich. Los alemanes -duros con las penas- hablaron de un plazo de un mes y la eventual ejecución del inocente primate, ante el desinterés de Justin. Parece que algunos se quejaron del eventual fin del monito y los mandamás locales resolvieron tenerlo preso en un albergue de animales. Y así fueron transcurriendo los días.
Bieber partió hacia otros lugares, se dedicó con entusiasmo a sus variados entretenimientos y se olvidó del mono. Y ahora ocurrió lo inevitable: venció el plazo. Mally está en problemas. Aunque parece que no van a aplicarle una inyección letal, su futuro es incierto. El cantante ya reveló que perdió todo interés por su mascota, con lo cual no está -ni de lejos- dispuesto a pagar los miles de dólares que insumieron los lujos que se dio el mandril.
Rigurosos a más no poder, quienes lo mantienen en el refugio dicen necesitar la autorización de Bieber para que su ex amiguito sea trasladado a un zoológico, pero eso no ocurrirá. El mono ya forma parte de su pasado. Por otro lado, cuando se lo incautaron, estaba en una gira llena de complicaciones. Se desmayó en Londres, le confiscaron el animal y en Holanda casi lo cuelgan de un árbol cuando declaró que si Anna Frank viviera, "sería una Believer" (así se denominan los hámsters con forma humanoide que integran los clubes de fans del canadiese).
Desde el viernes a la medianoche, Mally ignora en su celda si está destinado a una familia, un zoológico o al menú de un restaurante de comidas exóticas. Justin, en tanto, sigue con su multimillonaria vida, y con la capacidad de comprarse un elefante si así lo desea. Lo que no quita que sea un desalmado capaz de los peores horrores.
(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)