Por Humberto Acciarressi
En general y con motivos evidentes, el cine XXX no tiene buena prensa. La feminista Gail Dines va incluso más allá y dice que "en la pornografía nadie hace el amor, todo el mundo hace el odio". Salvo los actores de esta multimillonaria industria y los consumidores (casi un 40% de ellos son mujeres), nadie está a favor de una actividad que incluye desde el sexo común y corriente, hasta los jugueteos de una chica con un noble e inocente burro. Hasta que saltó a escena Anna Arrowsmith, que no es otra que Anna Span, la primera británica que dirigió porno.
De acuerdo a esta curiosa artista e intelectual -tiene una sólida educación académica en arte y en filosofía- las mujeres están representadas "más honesta y equitativamente en las películas porno" y agrega que lo hace desde una postura feminista. Si no lo hiciera -confiesa- le estaría entregando "el sexo y la visualización del sexo a los hombres". Entre las cualidades que le encuentra a esta industria es la de mantener más unidas a las parejas, a partir de darle más confianza a las mujeres en el arte del buen sexo.
Span coincide con sus colegas feministas en que la industria mediática dominante presenta a las actrices porno como "rubias neumáticas de busto grande". Sin embargo añade que un estudio de los más serios que se han realizado indica que la estrella porno promedio estadounidense, tiene pelo castaño y ronda los 23 años. Y ella agrega que "todos los tipos de cuerpo están representados". Hay flacas y gordas, altas y enanas, glamorosas y sucias, con y sin senos.
La polémica feminista -que actualmente no dirige- dice que le aconseja a las mujeres que tipeen en Google lo que no les gusta de ellas (dientuda, orejona y varias "udas" y "onas" más) y le agreguen la palabra "porno", para darse cuenta lo buscadas que son y que hay gente para quienes son tremendamente atractivas. Teniendo en cuenta que hay quienes se sienten seducidos por las muñecas inflables, las ovejas o los perros collie, el argumento me parece poco sólido. Aunque sobre gustos no hay nada escrito.
(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)