Por Humberto Acciarressi
Un día de 1972 y otro de enero de 1973, los cuatro miembros de Pink Floyd -ya sin Syd Barrett- convulcionaron con dos sesiones los estudios de Abbey Road, en Londres. De puertas para fuera del mítico lugar, nadie sabía que se estaba gestando uno de los discos más importantes del rock, el tercero más vendido en la historia, y uno de los emblemas de lo que se conoce como conceptualismo. Roger Waters, Rick Wright, Nick Mason y David Gilmour estaban pariendo "The Dark Side of the Moon", conocido en el mundo de habla hispana como "El lado oscuro de la Luna" (el octavo del grupo), que en el formato de la época y en vinilo contenía varias de las canciones que cambiaron, incluso, la vida de los miembros de la banda británica. Junto a ellos estaba un joven ingeniero de sonido que iba a hacer historia: Alan Parsons.
La salida del álbum coincidió con un momento muy especial del grupo: muchos de sus fans se retiraban de escena idealizando lo que había hecho el lunático Syd Barret, y el éxito de "Meddle" le acercaba al grupo nuevos admiradores. Las dudas de Roger Waters sobre lo que debía hacer un artista frente a la realidad fue otra de las claves de este disco cuyas canciones ya venían sonando, aunque dispersas, en algunas de las presentaciones de Pink Floyd.
Lanzado primero en los Estados Unidos y más tarde en el Reino Unido, "El lado oscuro de la Luna" está construido a partir de ideas que la banda venía explorando en sus conciertos y anteriores grabaciones. El conflicto en todas sus variantes, la avaricia de los poderosos, el envejecimiento de las personas y de los objetos, y la enfermedad mental (esto inspirado en la dolencia de Barrett), son algunos de los conceptos sobre los que gira la música. Muchos de los efectos musicales más revolucionarios del disco se deben a la intervención de Alan Parsons, a quien ya nos hemos referido líneas arriba.
El álbum, además de consagrar a Waters como el frontman de la banda hasta la separación de la misma una década más tarde, fue el prólogo de tres discos emblemáticos de este nuevo Pink Floyd: "Wish You Were Here", "Animals" y "The Wall". No hay que olvidar que ya alejado de la psicodelia, Gilmour se convirtió en el principal vocalista de la banda, aparecieron los coros femeninos y el saxo de Dick Parry.
El disco, con el correr del tiempo, llegó a las 50 millones de copias vendidas, sólo detrás de "Thriller", de Michael Jackson, y de "Back in Black", de AC/DC. Hay un dato a tener en cuenta. Aunque las autoridades de EMI no estaban conformes con las tapas que realizaba para Pink Floyd el colectivo artístico Hipgnosis, sus diseñadores Storm Thorgeson y Aubrey Powell ignoraron las críticas. Ellos eran contratados por los músicos. Lo único que pidió Rick Wright fue "algo más elegante, con más clase". Así fue como se dieron a la tarea y salió la famosa tapa del prisma y el triángulo. Finalmente, el disco le cambió la vida a los cuatros integrantes de la formación, que comenzaron a dedicarse a sus gustos caros. Y a los artistas que vinieron después. "El lado oscuro de la Luna", en ese sentido, alumbró el camino posterior de la música.
(Publicado en el diario La Razón, de Buenos Aires)