Por Humberto Acciarressi
Apareció de pronto en medio del run run cotidiano. Casi sin avisar. Una irrupción que dejó a todos con la boca abierta. En un mundo de mediáticos, en el que ya casi nada llama la atención, hizo su aparición el chileno Shakiro. Un poco más alto que un perro ovejero grande, retacón y de rostro simpático, tiene un don extrañísimo: cuando canta posee la misma voz que Shakira. Aclaremos: no parecida sino igual. Hay quienes sostienen, incluso, que mientras él simula cantar, detrás se ponen discos de la colombiana. Nobleza obliga: parece que no es así.
El tipo nació con el mismo timbre de voz, se aprendió todo el repertorio de Shakira, se hace llamar Shakiro, y en un mundo en donde hasta los más serios son bizarros, se está convirtiendo en sensación. ¿Pero de dónde salió este muñeco tan divertido? Se llama Rodolfo Burgos, es efectivamente chileno, y se presentó hace un mes en el reality trasandino "Yo soy". Previamente, se había tomado el trabajo de adelgazar unos kilos (algo inexplicable, ya que ni un ciego podría confundirlo con la bella y curvilínea cantante) e incluso se calzó una peluca rubia para entrarle a uno de los temas de Shakira. Hasta entonces, Burgos sólo había cosechado carcajadas y cargadas a granel. Pero cuando se puso a cantar ocurrió el milagro.
Nadie podía creer lo que presenciaba. Incluso Shakira escribió en Twitter que cuando fuera a Chile quería conocerlo, algo que ocurrió recientemente. Y la propia estrella subió el encuentro con Shakiro en su cuenta de YouTube. Ahora está en la Argentina recorriendo programas y causando sensación, los TT de Twitter con su nombre se multiplican y las visitas a sus videos parecen llevarlo de cabeza a convertirlo en una celebridad mundial. Mientras Shakira y Gerard Piqué se hacen mimos para los fotógrafos del mundo del espectáculo y del deporte, no habría que descartar un encuentro para la tapa de alguna revista entre Shakiro y Antonito de la Rúa. Como aquel film de Stanley Kramer, ya nadie duda que El mundo está loco, loco, loco.
(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)