Ayer, en la cancha de Boca -esa extraña arquitectura que ni Macri con toda su plata pudo cambiar aunque lo intentó- el local le ganó a River en el superclásico del Torneo Clausura. En el Apertura, el triunfo había sido de River. El futbol es así. La historia del clásico tiene apenas cinco partidos de diferencia entre uno y otro en más de cien años (los jovencitos tontuelos que vivieron la etapa "Macri-presidente-de-Boca", que los salvó de la quiebra, deberían leer más historia e ir más a la cancha). Hoy le tocó el turno a la "bosta", mañana le tocará al "Millo". El folclore del futbol mundial lo exige. Pero que los de Boca mejor no hablen. Son famosos en el mundo porque no van a la cancha cuando pierden o, peor aún, porque cuelgan banderas negras con sarcasmos como el de la foto de abajo (la de arriba es la hinchada del Millo en la Bombonera). Por eso, como se canta en la tribuna, "Ay che bostero, mirá que distintos somos..."