Pasaron cien años y su vigencia -más allá del lugar que ocupe en el ranking de las novelas de la modernidad- se sostiene en el tiempo y en el gusto de las nuevas generaciones, al punto que la legendaria Gallimard la reconoce como una de las naves insignia de la editorial . El 14 de noviembre de 1913 fue publicado "Por los caminos de Swann", el primero de los siete históricos tomos de "En busca del tiempo perdido" de Marcel Proust, ese que alguien ha definido como "un diccionario de las grandes teorías y prácticas del amor". Cumple un siglo esa obra que Gilles Deleuze comparó con esas magníficas e insoslayables "Las mil y una noches" y por la cual Jean-Yves Tadié calificó a su autor como "un renovador para la eternidad, como Shakespeare, como Montaigne".
Esta obra que el propio Proust comparó con la estructura de una catedral gótica, fue escrita de una manera digna de la más ensoñadora de sus novelas. El escritor, enfermo de asma y con lo que hoy llamaríamos ataques de pánico, se encerró en una habitación forrada en corcho y con las ventanas tapiadas para no recibir ruidos y luces del exterior. Quince años estuvo recluido -como varias décadas más tarde lo haría Juan Carlos Onetti- en ese departamentito pequeño del boulevard Haussmand de Paris, mientras escribía las miles de páginas de la obra que habría de inmortalizarlo.
Su mucama, Celeste Albaret -que escribió un libro de memorias- contó que Proust bebía hectolitros de café diarios, casi no comía y escribía de noche, como un poseso. Minuciosa, morosamente -algo difícil de entender en esta época de redes sociales que no dan tiempo a respirar-, el escritor describió como nadie el clima de la época y las características de la alta sociedad francesa. En ese momento tenía unos 40 años y escaso dinero.
Creyendo como nadie en el valor de esa novela monumental que no llegó a ver publicada en su totalidad (murió en noviembre de 1922 y el último de los siete tomos, "El tiempo recobrado", fue editado en 1927), Proust le acercó el manuscrito de "Por los caminos de Swann" a la Nueva Revista Francesa, que tenía nada menos que a André Gide y Jean Schlumberger entre los encargados de seleccionar el material. Una torpeza histórica: le dijeron que no. Sacando plata de dónde no la tenía, el autor pagó los gastos y ese primer tomo se publicó en la editorial Grasset.
El segundo de los tomos, "A la sombra de las muchachas en flor", debió esperar el fin de la Primera Guerra Mundial y recién fue publicado en 1919. Luego vendrían los siguientes cinco, de los cuales -al margen del ya nombrado- otros dos fueron póstumos. Quince años había tardado Proust en escribir "En busca del tiempo perdido" y con eso perdió su siempre pobrísima salud. Murió al poco tiempo de concluir su obra y su cuerpo reposa en Pere-Lachaise. En estos días, el escritor más emblemático de la llamada narrativa analítica es recordado mundialmente con actos, lecturas públicas y reediciones de su obra magna.
(Publicado en el diario La Razón, de Buenos Aires)