Por Humberto Acciarressi
Los fabricantes aseguran que meter al muerto en una licuadora con agua e hidróxido de potasio produce un tercio menos de gases de efecto invernadero que la cremación. Agregan, además, que utiliza una séptima parte de la energía y permite la separación completa de las amalgamas dentales (realizadas con mercurio y otros metales), con lo cual favorece que éstas sean eliminadas de forma segura. El asunto es que ya le han encontrado el lado positivo a licuar a los muertos en lugar de cremarlos, y una ley acaba de permitirlo en Florida, Estados Unidos, donde ya se encuentra instalada en una funeraria. Cruz Diablo.
Este temita no menor tiene un nombre que puede sugerir cualquier cosa menos cadáveres y disoluciones. De hecho se denomina Máquina Comercial de "Hidrólisis alcalina". Es un invento escocés y próximamente se espera que sean instaladas otras unidades en Canadá, Estados Unidos y Europa. Te mentiría si no te dijera que me provoca un poco de asco, incluso más que el que inspiran las películas clase B de zombies hollywoodenses.
Puesto a buscar el motivo, el primero que se me ocurrió fue que soy un amante de los licuados. Ahora, difícilmente vuelve a tomar uno en el resto de mi vida, así sea de durazno, banana o cualquier fruta deliciosa. Me resultará casi imposible no imaginar un premolar en una semilla o los jugos corporales en el liquido que tantas satisfacciones me provocó desde que soy chico. Se me dirá, y con razón, que los crematorios no llevaron a una disminución en el consumo del pollo al spiedo. Puede ser. Pero un licuado de muerto es un escándalo.
Y por supuesto quedan muchos interrogantes. Cuando uno hace cremar a una persona, luego le entregan una urna funeraria con las cenizas ¿Y ahora?, ¿los empleados le darán a los deudos una botella?, ¿les preguntarán si prefieren en copa chica o trago largo? El asunto, cuánto más oscuro, más asqueroso. Y hasta que no expliquen estas preguntas, desde acá nos oponemos a los licuados de muertos.
(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)