Por Humberto Acciarressi
Arrancaron con los gordos y la cosa no pasó a mayores. Ahora le tocó el turno a los “feos”, y en cualquier momento caerán los gitanos, los judíos, los discapacitados, los flacos. Porque pertenecer al servicio de citas online BeautifulPeople.com (“gente linda”) no es nada fácil. Si Hitler no hubiera muerto en abril de 1945, sería su página web favorita. Los miembros de la “sociedad”, a quienes podemos llamar los SS 2.0, votan y deciden si el aspirante es lo suficientemente atractivo para ser aceptado.
Como algunas personas son más taradas de lo que parece, en mayo fueron admitidas unos treinta mil que se habían anotado. Más felices que un perro con dos colas, vivieron en carne propia el “pertenecer”, ser parte de ese engendro neonazi que se ha instalado en la red de redes. Hasta que hace un par de días recibieron un mail demoledor: “Sentimos informarle que usted no es lo suficiente bello”. Y chau. Andá a reclamarle a Magoya o al INADI (acá tené cuidado de no ligarte un botellazo de Morgado a Rachid o viceversa). La explicación de esta “solución final” fue dada por los directivos y no es precisamente halagüena: “Fueron aceptados por un error ocasionado por un virus que atacó la página”, que desde 2001 le ha negado el acceso a 5,5 millones de personas.
Con el corazón de Himmler o de un Göering, Greg Hodge -director general del sitio- dijo: “Comenzamos a sospechar cuando en un período de seis semanas fueron admitidos decenas de miles de nuevos miembros no muy agraciados”. Con un horno a su disposición, este tipo sería un peligro. El virus se llama Shrek y si uno de los afectados le parte un botellazo en la cabeza, no será llorado en esta columna. Y para colmo añadió: “Lamentamos que toda esa gente haya sido admitida erróneamente y sobre todo que creyeran, por un corto período de tiempo, que eran hermosos. Debe haber sido muy incómodo, pero es mejor tener un pedacito de cielo, que no haberlo probado nunca”. Encima los carga. Auschwitz-Birkenau le hubiera quedado chico.
(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)