Por Humberto Acciarressi
Hace casi tres décadas, el público norteamericano -tan susceptible- los acusó de ser el eje de una campaña de propaganda comunista. Vaya a saber qué pasó en el medio -quizás se encontraron enemigos más creíbles-, pero los acusados de rojos fueron sacados de las listas negras ¿De quiénes estamos hablando? De los Pitufos, esos engendritos azules cuyo autor -el belga Pierre Culliford, conocido como "Peyo"- no especificó a qué raza pertenecen y quizás dejó cerrada la puerta de un misterio.
Desde su aparición en una revista en 1958 hasta la actualidad, pasó mucho tiempo. En el medio se terminó la Guerra Fría, cayó el Muro de Berlín y los Estados Unidos se quedaron con la hegemonía del mundo. Y los Pitufos, mientras tanto, se expandieron con diversos nombres por el planeta. Salvo el antecedente de la acusación macartista, nadie dejó de verlos como unos seres simpáticos, bonachones, medios bobalicones por momentos. Y sin embargo... Un sociólogo y escritor francés, Antoine Buéno, acaba de manifestar -tras años de estudio- que estos enigmáticos personajes ocultan una historia negra.
Para comenzar, y entre las cosas más leves que sostiene, manifiesta que las célebres criaturas azules son en realidad "estereotipos racistas y antisemitas de una utopía totalitaria con tintes estalinistas y nazis". Ehhhhhhh!!!. Con razón la sociedad está como está, ya que los Pitufos fueron la fuente de lectura de millones de chicos. Veamos algunas de las características, siempre según Buéno: Papa Pitufo, jefe único y autoritario; la invasión de pitufos negros que habla de una defensa de la supremacía aria (aunque yo nunca vi un ario azul); Pitufina "única mujer pitufa del poblado e idealizada por su belleza, que coincide con el perfil ario tanto en el color de sus ojos como en el de su cabello". Y eso sin contar al villano Gargamel, cuya nariz aguileña "recuerda a una caricatura antisemita", según el estudioso francés. Para mí se le va la mano, pero ¿quién soy yo para defender a esos engendros?
(Publicado en la columna "El click del editor" de La Razón, de Buenos Aires)