22 octubre 2013

Goya, Dalí, y los caprichos surrealistas


Por Humberto Acciarressi

Primero lo primero. En 1799, Francisco de Goya (inevitable recordar el film de Carlos Saura, "Goya en Burdeos", tal vez lo mejor que se haya hecho en cine sobre el pintor español) realizó una serie de 80 grabados que tituló "Los caprichos", serie de estampas caricaturescas, al modo de los que había en Inglaterra y Francia por entonces. El más famoso de todos, el número 43, es "El sueño de la razón produce monstruos". Son pesadillas recurrentes en el arte onírico que realizaba en esa etapa de su creación, aquejado por una de las tantas enfermedades que padeció, entre ellas una devastadora sordera.

Y así pasaron dos siglos. Entre 1973 y 1977, Salvador Dalí reinterpretó -con su mirada surrealista- los Caprichos del genio aragonés. Y le añadió otros. Quien ya conozca las reversiones dalinescas y las haya comparado con las de Goya, sabe que Dalí les quita a las obras de su connacional, tanto la crítica social como el tono satírico que les imprimió éste a fines de 1700, cuando se gestaban. No hay que olvidar que Goya definió esas aguafuertes de esta manera: "Asuntos caprichosos que se prestan a presentar las cosas en ridículo, fustigar prejuicios, imposturas e hipocresías consagradas por el tiempo".

El pasaje de Goya a Dalí, si bien magistral, lo convirtió en otra cosa, los transformó en disparates fuera de tiempo y, naturalmente, le puso la impronta de sus propias obsesiones. En la intertextualidad incluye sus relojes blandos, figuras ambiguas, temas eróticos, referencias a artistas de diferentes épocas, como Velázquez y Federico García Lorca. Para quienes no conozcan las obras -aún más, para quienes quieran verlas nuevamente o fuera de las páginas de los libros- el Museo de Arte Español Enrique Larreta (Juramento 2291) inaugura el 7 de noviembre la muestra "Goya y Dalí. Capricho surrealista", que se extenderá hasta el 8 de diciembre. Una excelente oportunidad para disfrutar de ochenta grabados de Dalí y una selección de los originales del aragonés.

(Esta columna fue publicada en el diario La Razón y también podés leerla acá)