ENTRADA AL PARQUE POR BRASIL Y DEFENSA EN 1920 |
Nuevamente, desde hace unos días, las rejas del Parque Lezama volvieron a ser motivo de quejas. Ciudad rara Buenos Aires. Desde hace una década están enrejados el Congreso de la Nación y la Casa de Gobierno, y a nadie parece molestarle. Pero en fin. Más allá de sumarnos a una polémica por momentos bizantina, vamos a hacer un poco de historia de este parque que -de acuerdo a algunos historiadores- fue por donde se fundó la segunda Buenos Aires por Juan de Garay, en 1580. Para ahorrarle al lector una serie de datos importantes pero no relevantes para la ocasión, digamos que en 1857, los terrenos del actual parque fueron comprados por el terrateniente José Gregorio Lezama, oriundo de Salta. Fue a su muerte cuando su viuda cedió el predio a la ciudad, con la condición que llevara el nombre de su marido.
En 1897 se instaló el Museo Histórico Nacional, mientras el paisajista Carlos Thays trabajaba en el diseño del parque público. El mismo tuvo varios cambios a lo largo de unos treinta años y era una de las bellezas de una ciudad en pleno crecimiento. Muchas de esas modificaciones se realizaron bajo la presidencia del primer gobierno democrático de Hipólito Yrigoyen. Hubo, eso sí, algo que no cambió: las rejas. Curiosamente, las mismas, como las que circundaban casi todos los parques y plazas de Buenos Aires en esa época, fueron quitadas en 1931, cuando gobernaba el país la dictadura de Uriburu, el militar que inauguró la era de los golpes de estado en la Argentina. El intendente era José Guerrico, y hay que aclararle a las nuevas generaciones que en esa época, el jefe de gobierno de la ciudad no se elegía democráticamente, sino que lo ponía a dedo el Ejecutivo nacional.
Allá por 1990 comenzaron los embates para volver a enrejarlo, lo que incluye los períodos de -ya elegidos por el pueblo porteño- Fernando de la Rúa, Enrique Olivera, Aníbal Ibarra, y tras la destitución de éste, de su vice Jorge Telerman (los dos últimos, impulsores de enrejados de varias plazas y parques porteños, entre ellos las del anillo central del Parque Centenario). Ahora, como en el eterno retorno de Nietzsche, y antes que él, en el de Vico, el tema de las rejas vuelve a estar en el centro de las polémicas. Lo grave es que con ellas o sin ellas, el parque Lezama no es ni un lejano eco de la belleza que supo ser, si uno cree en la fidelidad de las fotografías de aquella época.
(Publicado en el diario La Razón, de Buenos Aires)
ANTIGUO ANFITEATRO DEL PARQUE LEZAMA |