16 octubre 2013

Doña Petrona, una vida condimentada


Por Humberto Acciarressi

La mishiadura argentina trajo un nuevo modelo de gastrónomos mediáticos que reemplazó a los especialistas en manjares "cinco tenedores" de unos años atrás. Ahora, cuando para comprar tomates hay que sacar un crédito, para comer pan ser casi multimillonario y para tener un buen pedazo de carne en la mesa ser amigo de Samid, cualquiera ofrece recetas seudo-baratas por televisión, que casi siempre terminan en un "Elige tu propia aventura" que puede costarte unos días en el Hospital de Gastroenterología. Hubo un tiempo, sin embargo, en el que comer era un derecho que todos tenían y en las cocinas argentinas estaba -gastado, casi desmembrado- el "Libro de Doña Petrona", con sus recetas clásicas, comenzando con sus tradicionales empanadas santiagueñas.

Fue precisamente en Santiago del Estero que Petrona Carrizo nació en 1896. Y hasta que se vino a Buenos Aires, su madre intentó vanamente que aprendiera... a cocinar. Fue ya en los pagos porteños cuando se anotó en una academia culinaria llamada Cordon Bleu y, trabajando para la antigua Compañía de Gas, supo lo que era una cocina. Casada con el señor Gandulfo, luego lo hizo con Atilio Agustín Massut, pero tuvo el tino de conservar el nombre del primero, con el añadido del "Doña". Primero en la revista "El Hogar", más tarde en las radios Mitre, Excelsior, El Mundo y Rivadavia, la santiaguerña se hizo conocida. Hasta que en 1933, hace 80 años y gracias a la generosidad de un pariente, fue editado "El libro de Doña Petrona", con cinco mil ejemplares iniciales que se vendieron en su casa, sin publicidad y se agotaron en un mes.

Cuando la ecónoma llegó al Canal 13 y al programa "Buenas tardes, mucho gusto", ya llevaba vendidas decenas de ediciones, tres millones de ejemplares, lo que lo ubicaba en tercer lugar detrás de "La Biblia" y el "Martín Fierro". Doña Petrona recibía 500 cartas diarias, con lo cual armó un descomunal fichero con los datos de casi un millíon de seguidoras, que la llamaban por teléfono, en los horarios más insólitos, al punto de obligarla a poner una extensión junto a su cama. El clásico de la cocina argentina fue el libro más robado de la Biblioteca Nacional, razón por la cual se guardó durante años en la Sala del Tesoro.

Fue una de las primeras mujeres en conducir. En una oportunidad chocó con Angel Labruna y el ídolo de River, sin reconocerla, le mandó la típica frase de ocasión: "¿Por qué no te dedicás a la cocina?". A los 95 años leía sin anteojos, tomaba dos vasos de whisky por día y fumaba varios atados de cigarrillos. Nada de eso la mató. Murió pacíficamente en 1992. En el mundo de las comidas congeladas y el alimento salteado para millones, los libros de Doña Petrona se perdieron en la memoria y hoy se pueden conseguir antiguos ejemplares en librerías de viejo o en ventas por internet. Una persona que no debe olvidarse: su asistente Juanita, que no se casó por permanecer junto a ella y cuyo destino se perdió tras la muerte de Petrona. Una historia con condimentos.

(Esta columna fue publicada en el diario La Razón y también podés leerla acá)