Viajar en avión tiene sus bemoles. Uno de ellos, tal vez el principal en ciertos casos, es no poder abrir las ventanillas cuando estás a miles de kilómetros sobre el nivel del mar. Y en esto seguramente coincidirá una tal Lenna Pettersson, periodista de una radio sueca que viajó desde Amsterdam hasta Tanzania con un muerto al lado. No veinte cuadras hasta la morgue municipal, sino 13.000 kilómetros con el fiambre de un pasajero que palmó cuando el avión había levantado vuelo.
Lo peor es que la mujer vio al tipo transpirando como un beduino y hasta con convulsiones, pero nadie respondió al clásico "¿hay médico a bordo?". Según cuentan, alguien intentó hacer algo. Pero no hubo caso: el pobre tipo ya era boleta. Lenna, consternada por la muerte de su vecino de asiento, al comienzo no dijo nada. Pero se alarmó cuando observó que el sujeto era cubierto con una manta y toda la tripulación seguía con sus tareas, con el objeto de llegar a tiempo a Dar Es Salaam.
Una de las cosas que más le impresionó a la periodista fue que el cadáver era largo y la manta pequeña, con lo cual brazos y piernas quedaban al descubierto. Y aqui volvemos al principio. Si las ventanas pudieran abrirse, yo te garanto que lo levanto y lo tiro. Y después arrojo la mantita por si le agarra frío en la caída, ya que uno no es un desalmado. Pero la periodista se tuvo que bancar los 13 mil kilómetros con el muertito al lado, como si se tratara de un film de Alfred Hitchcock.
Según cuenta la propia afectada, en varios tramos del viaje tuvo ganas de vomitar, no pudo concentrarse en la lectura y menos en la comida, y macabramente no podía despegar los ojos de las piernas que sobresalían, a 20 centímetros suyo, por debajo de la manta. Indignada, inició una cruce de mails con la compañía aérea con un argumento contundente: en el contrato de vuelo que implica el pasaje no figura hacerlo con un muerto. Ahora la compañía accedió a reintegrarle la mitad del dinero (713 dólares). El a aceptó ¿Y el muerto? Bien, gracias.
(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)