24 junio 2012

Una mujer embarazada por un calamar

Por Humberto Acciarressi

Sin perlas como ésta, el mundo carecería de sentido. Y hasta es extraño que 25 siglos de filosofía no hayan arribado a esta conclusión. Hay una escena del film "Hombre de Negro (I)", en la que Wilbur Smith ayuda a una mujer a dar a luz un calamar. Sin embargo, la naturaleza -como decía Oscar Wilde- imita al arte. No hay otra explicación para el hecho del que dan cuenta las noticias llegadas de Corea del Sur: una señora de 63 años fue embarazada por un calamar, pero de verdad, no made in Hollywood.

Les juro que no es broma. O en todo caso es el chiste de un Dios aburrido. Pero lo real es que la coreana se comió un calamar hervido pero no muerto, que además -en trance de ser deglutido- estaba evidentemente excitado. A tal punto que quiso fallecer dignamente y largó un número indeterminado de espermatóforos (cápsulas de muchos machos invertebrados con espermatozoides dentro) en la boca de la oriental. El asunto es que la mujer se sintió extraña y más tarde dolorida.

Cuando advirtió que dentro suyo algo se movía (con lo cual debe ser el embarazo más corto de la historia) corrió al hospital, donde los médicos se encontraron con una sorpresa. La coreana, inseminada por el animal, fue "madre" de doce pequeños calamares, que tenía agarrados en la garganta, las encías y el esófago. Un verdadero asco. Los partes no dan cuenta si los presentes, luego del asombro inicial, festejaron el nacimiento múltiple. O si los "chicos" tienen nombre.

Lo que queda claro es que la coreana tendrá que criar a los pequeños cefalópodos sin padre, ya que ella misma se lo comió, algo que podría causarles un trauma no menor a los nenes. Y ni hablar si intervienen los investigadores de "La ley y el orden UVE (Unidad de Víctimas Especiales)", ya que hasta podrían acusarla de asesinato agravado por el vínculo. Mientras, por si las moscas, dedicate a comer bifes de cuadril con ensalada, y a todo lo que venga del mar -por más muerto que parezca en el plato- clavale un cuchillo.


(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)