Por Humberto Acciarressi
Un estudio muy sesudo, y altamente seguido por los expertos, acaba de concluir en Inglaterra. Después de años de investigación -en laboratorios y con trabajos de campo en hospitales- los científicos arribaron a una conclusión que mis perros ya sospechaban: es muy peligroso que los chicos se traguen un imán (¿?). Y sí. Nos imaginamos que es muy delicado. Sobre todo si seguimos dos casos que citan como ejemplo, de dos pibes que después de los imanes comenzaron a comer cosas de metal.
Parece ser que estos dos engendros se tragaron -cada uno por su lado y en distintos pueblos- sendos imanes. Y más tarde, cuando se llevaban piezas de metal a la boca, éstas se piantaban para adentro atraidas magnéticamente. Uno de los nenes tiene 8 meses y el otro 8 años. En el caso del primero, el problema no son los imanes sino los padres. En cuanto al otro chico, a esa edad ya está grande para andar comiendo rueditas metálicas o alfileres de gancho. No le veo buen futuro.
La explicación parece ser que el tragarse un imán "no es bueno porque no es natural" ¿Estamos locos? Si no lo toman a mal, me permito sugerirles a los científicos británicos que también es antinatural y peligroso que los chicos -y los grandes- coman vidrio picado, pedazos de carbón ardiente, un kilo de papel, una bombita de luz enchufada a la corriente, dos cajas de clonazepam, el relleno de un colchón, un puñado de clavos, un cuchillo tramontina y miles de cosas más.
Lo asombroso - más que un chico coma bulones y los empuje con agua del Riachuelo - es que se gaste dinero en estudios tan obvios. Mientras seguimos sin resolver dos de los problemas centrales de la humanidad -la existencia del chupacabras y si ALF era un extraterrestre de verdad- los ingleses tiran la guita en estas banalidades que puede aconsejar hasta un hámster con ACV. Tampoco queremos que se nos malentienda. Así que ya sabés, dejá los imanes lejos del alcance de tus hijos.
(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)