Por Humberto Acciarressi
"Visto la misma ropa todos los días, ¿entendés? Quiero decir, literalmente". El que pronunció esta frase no es uno de los indigentes que duermen todas las noches en las puertas de las iglesias. Ni siquiera es alguien que no llega a los seis pesos diarios que según la presidente de la Nación alcanzan para comer. Tampoco la pronunció un integrante de la etnia Qom que carece de agua limpia para tomar, contrariamente a lo que sostienen La Cámpora y el gobernador Isfrán. No, para nada.
El que todos los días se viste con la misma ropa es nada menos que uno de los hombres más ricos del mundo, el fundador de Facebook, Mark Zuckerberg. Así lo confirmó en una entrevista al canal Today. E incluso añadió que tiene veinte remeras de color gris, con las que sale en todas las fotografías. Pero fue más allá al contar que sólo tiene un cajón en el placard que comparte con su esposa, Priscilla Chan. "Como los hombres de todo el mundo", expresó con rotunda naturalidad. La monotonía en el vestir no es patrimonio de los millonarios de la tecnología de punta. El fundador de Apple, Steve Jobs, siempre andaba de polera negra y jeans, y a su sucesor al frente de la empresa, Tim Cook, es raro verlo sin su camisa oscura, abotonada y de manga larga. Guarda que hablamos de gente cuyas cuentas bancarias tienen más dinero que algunos países.
En el transcurso de la entrevista, Zuckerberg trató de explicar el por qué usa siempre la misma ropa. "Porque suelo estar ocupado y eso hace que sea una cosa menos sobre la cual pensar por la mañana", ilustró. No es muy diferente de lo dicho por el presidente Obama, quien usa siempre el mismo vestuario: trajes azules o grises. "No quiero tomar decisiones sobre qué voy a comer o llevar. Porque tengo muchas otras decisiones más importantes que tomar. Uno no puede estar distraído a lo largo del día por lo trivial", enseñó Obama a aquellos que se pasan horas ante el espejo y se regodean con las pilchas de alta moda que se compran en sus viajes por el mundo.La moda define. No hay dudas.
(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)