La fiesta de Halloween es de origen celta, aunque sucelebración es fuerte en los Estados Unidos, Inglaterra y Canadá, además de algún otro país con vocación de colonia. La supuesta cercanía del mundo de los vivos con el de los muertos es la columna vertebral de la festividad, en la que abundan las tradicionales calabazas y otras variantes aparecidas en los últimos tiempos. Ya escribimos sobre el chanta que hizo un llamado para salir a cazar vampiros en Puerto Rico y otras locuras. Pero como es indudable que ninguna de estas demencias terminan bien, las noticias nos traen la historia de Martín Semirg, un joven de 20 años, de Montana, Estados Unidos. Es un ejemplo de lo que señalamos.
El muchacho intentó aprovechar que quedaba poco tiempo para Halloween y tuvo la infeliz ocurrencia de disfrazarse de zombie para asustar a la novia. Acostumbrado a las películas berretas y lamentablemente influenciado por ellas, se puso un disfraz que de tan bizarro era repugnante. Quedó irreconocible y asqueroso, a la espera de la llegada de la chica a su casa. Cuando esto ocurrió, Semirg saltó frente a ella profiriendo gritos de terror e intercalando frases del estilo "quiero tu cerebro" o "te comeré el cerebro". Me imagino la escena y me parece tan estúpida como irreal.
El asunto es que la novia se puso a gritar, aterrada, que estaba siendo atacada por un zombie, aunque más tarde le dijo a la policía que creía que la querían robar ¿Que por qué la policía? Porque como sentía que su vida pendía de un hilo, la muchacha metió la mano en la cartera, peló una pistola y le pegó un tiro al novio disfrazado de zombie.
Por suerte para Semirg, no le puso la bala entre ceja y ceja, sino que la misma entró en su disfrazada pierna y casi le arranca la rodilla y la musculatura adyacente. Aterrado como antes la novia, el bobo comenzó a gritarle que era él y que pidiera una ambulancia, mientras ella se persignaba. Después lo de rigor: hospital, comisaría, lamentaciones. El zombie herido se recupera.
(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)