Que en Twitter a uno lo sigan más o menos no es índice de nada. En todo caso, de gran popularidad. Pero que Luisana Lopilato haya llegado a dos millones de seguidores (cuando alcanzó al millón hizo una fiesta en Alto Palermo) la pone, de lejos, con más seguidores que todos los integrantes del clan presidencial, incluyendo a Cristina (que tiene un millón trescientos mil, contando miles de twitteros truchos), los jugadores de futbol, las mediáticas locales que transitan con entusiasmo los canales de televisión, y todos aquellos que disfrutan de la fama como de un panqueque con dulce de leche.
En ese marco, al margen de su casamiento con Michael Bublé, Luisana misma está sorprendida con esta millonada de followers. "2.000.000 de seguidoresssssss!!!! Esto es tremendo!! Gracias a todos y no me canso de decirlo una vez mas GRACIAS!! THANK YOU!", escribió la actriz en el microblogging. No voy a negar que estuve leyendo los tweets de nuestra compatriota. Y tampoco voy a obviar que no entiendo que es lo que leen tantos millones de personas. Porque sin ánimo de ofender, los tweets de Luisana son de malos para abajo.
Está bien. Se me dirá que los que tienen más seguidores no son precisamente filósofos existencialistas. Ni siquiera se jactan de eso, ya que las nimiedades que twittean son difíciles de empardar. Alguien me sugiere que de tanto en tanto sube fotos suyas, pero -vamos- nada que uno no pueda encontrar en internet. Y hasta dónde tengo entendido, Luisana no es una estrella porno.
Lo único que puedo asegurarte es que los envidiosos que están en Twitter (o aquellos que reclutan gente para distintos fines, principalmente políticos) se mueren cuando ven que la Lopilato ya está rumbeando hacia los tres millones. Es cierto que está lejos de Lady Gaga y otros monstruos de la red social, pero en América latina no estoy seguro si alguien la supera. De la Argentina es reina absoluta. No sé si eso significa algo. Mejor dicho sé que no significa nada. Pero quien le quita lo bailado a la hermosa Luisana Lopilato.
(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)