30 julio 2012

Im Dong Hyum, el Borges del arco y la flecha


Por Humberto Acciarressi

En el "Poema de los Dones", Jorge Luis Borges, aludiendo a su ceguera, se lamenta de que Dios, arbitrariamente, le haya dado a la vez "los libros y la noche". Su visión nula no le impidió, sin embargo, crear una de las obras más sobresalientes del mundo moderno y tal vez la más importante en lengua castellana desde el Siglo de Oro español. Hoy, el mundo asiste azorado a un milagro en cierto sentido superior, fruto del esfuerzo y el talento del surcoreano Im Dong-Hyum.

Este muchacho de 26 años, nacido en Corea del Sur, ya ha establecido varios récords mundiales en la disciplina olímpica del tiro con arco. Lo fabuloso de su historia es que Im es clínicamente ciego (así está catalogado médicamente con apenas un 10% de su visión). Como para redondear esta maravilla, el atleta que ya había subido al podio en Atenas y en Beijing, abrió los Juegos de Londres batiendo sus propias marcas. Efectivamente, el arquero logró el récord mundial individual de 72 flechas, establecido en 699 puntos, y el de equipos de 216 flechas, fijado en 2087 puntos (acá en compañía de Kim Bub-Min y Oh Jin-Hyek).

¿Por qué digo que es incluso superior a Borges y habría que añadir a Beethoven, quien sordo escribió las sinfonías más maravillosas y perfectas de la historia? Porque ni el músico de Bonn ni el poeta de Buenos Aires jamás pusieron en peligro a nadie con su arte. En cambio hay que estar en las cercanías de un tirador de arco ciego, sin sentir el irrefrenable impulso de arrojarse al piso cada vez que estira la cuerda para disparar una flecha a una velocidad promedio de 220 kilómetros por hora.

Im Dong, para que tengas una idea, no es que no puede conducir ni ver las letras del teclado de la computadora. No. El arquero no ve un burro a un metro, a menos que esté pintado con los colores del blanco. Porque esos matices sí los distingue, razón por la cual siempre se negó a operarse. Con eso le basta. Y a juzgar por los resultados no le va nada mal. Claro: no se te ocurra jugar con él a Robin Hood.

(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)





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