17 julio 2012

Venden ratas como caniches toy


Por Humberto Acciarressi

Parece chiste, pero lo que te voy a narrar es absolutamente cierto. Y tengo dos anécdotas a metros de distancia. Todo comenzó cuando una mujer que atiende un almacén en la esquina del diario -boliviana ella-, le contó a varios clientes que se había comprado un caniche toy en la feria de La Salada, pero le extrañaba que no ladraba ni tenía comportamiento de perro. El otro caso, que se complementa con éste, me lo contó una compañera de tareas. De acuerdo a su relato, una amiga suya recibió como regalo del novio otro caniche toy, peludito y blanco como el burro Platero, y hocico algo extraño. No había pasado mucho tiempo cuando la pareja observó que el animalito hacía extraños movimientos, que culminaron con una rápida ascensión por la cortina del living.

En un par de horas me enteré de otros casos, hasta que supe el origen de esta extraña criatura a un paso de convertirse en un nuevo chupacabras. Resulta que en la feria de La Salada -la misma que envió una delegación en la comitiva presidencial a Angola- se venden ratas por perros, gracias a que les hacen crecer el pelo con esteroides. Una investigación de América TV y una denuncia catapultaron el caso. Y comenzaron a aparecer los damnificados.

Un catamarqueño, por ejemplo, se llevó dos "ratas-toy" a 400 pesos por cabeza. La verdad una bicoca si fueran caniches toy, que se cotizan en 1.500 para arriba y cada uno. Pero por ser ratas son un afano. Así sean brasileras, como aseguran y no creo, por lo menos hasta que vea los DNI de los repugnantes roedores. Lo que no queda claro es cuántos de estos mutantes se vendieron y qué puede ocurrir con ellos en noches de Luna llena. Y otra pregunta que me inquieta: ¿qué ocurrió en aquellas casas en las que ya existía otra mascota, o para decirlo con todas las letras, un gato? "Querido, el minino se comió al perro", podría ser el corolario de una de estas historias. Mientras, a esta altura quiero ver uno personalmente. Así nacen los mitos.

(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)