Por Humberto Acciarressi
Cuando Claudio Paul Caniggia se casó con Mariana Nannis ignoraba que, además de jugador, era una especie de Dr. Frankestein. La mujer se contagió la fama del Pájaro y se dedicó, cual Salvador Dalí sin talento, a consagrarse a la extravagancia. Pasaron los años y apenas quedó el recuerdo de aquella que se sumergía en champagne, iba al supermercado en limusina y bañaba a sus perros con agua mineral francesa.
En medio de esos trámites, Claudio y Mariana tuvieron hijos desconocidos para los argentinos. Por lo menos hasta hace poco, cuando llegaron a nuestras tierras la Nannis y los mellizos Charlotte y Alexander. Con su "mami" midiendo cada paso que dan y seguidos por una corte de los milagros (el DJ Piloto es uno de ellos; una jovata que muestra sus zapatos es otra), el trío irrumpió en el show de Tinelli, ese espectacular antro de freaks.
Y luego Alexander, un muchacho cuya mayor virtud es haberle dicho a Tinelli que no lo conocía. Especie de androide al que algunos ya tomaron de punto (Andrea Rincón le tiró champagne encima y él dijo "el a nunca entrará en mi VIP"), el pibe no habla. Parece un marciano suelto en Buenos Aires y sin guía. Y eso que tanto a él como a la hermana (y a la madre), los acompaña siempre una custodia, encabezada por Dany La Muerte y los hermanos Báez, unos cuchilleros que no aguantarían ni dos versos en un poema de Borges. Pero el espectáculo debe continuar. Y este capítulo le toca al circo ambulante de los Caniggia.
(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)