Por Humberto Acciarressi
Al ex músico, ex cineasta, ex de Cecilia Roth y actual militante kirchnerista Fito Páez, se le soltó la cadena. Ya no es el mismo rosarino que llegó a comienzos de los ochenta, vivía en Corrientes y Montevideo, y le decía a quien quisiera escucharlo que Buenos Aires era la única ciudad en la que podría vivir. No. Ahora, igual que su jefe político Aníbal Fernández y unas horas después, firma un artículo en el que dice que "da asco la mitad de Buenos Aires". Y ennumera una serie de cosas que, honestamente, firmadas por él son estrictamente autobiográficas.
Este triste ex músico que hace veinte años no hace más que copiarse a sí mismo, cerró -y dicen que por muy buena plata- los festejos del Bicentenario. Nadie mejor que a él, entonces, para aplicarle su frase "asistir a cualquier evento público a cambio de aparecer en una revista". Qué Fito Páez critique a los que se sienten molestos con la sola mención de los derechos humanos es un chiste de mal gusto viniendo de uno de los pocos artistas que nunca hizo nada por ellos. En otro lado escribe (aunque corre la versión que sólo aceptó poner su firma a cambio de favores) contra los que miran "para otro lado si afecta los intereses morales y económicos del jefe de la tribu". Más autobiográfico, imposible. Y ni que hablar de su censura a los que "les gusta tener el bolsillo lleno".
Ese insulto a la gente que votó contra sus comisarios políticos (los de él, de Páez) en los barrios pobres de la ciudad, es una canallada. Especialmente cuando viene de alguien que nunca tuvo empacho en conciliar con las multinacionales de la música y cuyos bolsillos están más llenos que los de casi todos los votantes que critica.
Pero estas palabras de alguien al que ya se le pasó el cuarto de hora, esconden, como las de su modelo político Aníbal Fernández, una clarísima opción por el voto calificado. La pregunta es ¿quién le da letra? Porque si siguen hablando, en el balotaje -de realizarse- Filmus va a sacar -5%. Porque incluso hasta las inmutables matemáticas se ofenden cuando lo que se lastima es el sentido común.
(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)