La red social Twitter -está largamente comprobado- puede servir para varias cosas. La transmisión de noticias con la rapidez del rayo, el comentario de todo tipo de acontecimientos desde los culturales a los políticos, el compartir con seguidores y quienes no lo son, los más variados gustos musicales. Imposible hacer una lista que va desde la seriedad más contundente hasta la frivolidad más absurda, pasando por la amabilidad general. Y muchas veces como campo donde se batalla por ideas políticas, por un River-Boca, por la cotización del dólar y por lo que se te ocurra. Ahora, en los últimos días, retornó una andanada de burlas en contra de la actriz Virginia Lago (no "Virginia Lagos", como se denomina el hashtag y creen los bobos que abundan).
Lo que ignoran los que se orinan en los pantalones con entelequias como Justin Bieber o con los mediáticos de la farándula argentina -esos que no conocen un teatro por dentro y que saben del cine argentino lo que una campesina del Africa meriodional sobre las librerías de la calle Corrientes- es que esa mujer de quien se burlan es una de las más destacadas y serias actrices dramáticas del país, que ha ganado decenas de importantes premios por su labor en los escenarios teatrales y en la televisión local en series exportadas a gran parte del mundo.Una señora actriz con todas las letras de quien sus colegas saben que jamás la plata le quito el sueño (se compró su casa con su marido, el actor Héctor Gióvine, hace menos de quince años) y sí el trabajar como pocas desde los quince años, cuando ganó un concurso televisivo, y a los 17 tuvo un papel destacadísimo en la obra "Pigmalión", de George Bernard Shaw. La propia Virginia Lago ha señalado, acertadamente, que "la mayoría sólo conoce a los actores y artistas que trabajan en la tele, al teatro no van nunca, y deberían hacerlo". Como se advierte, la actriz también le pide peras al olmo.
A diferencia de quienes se graban entre ellos videos pornográficos y después se quejan de que un hacker se los roba y los sube en redes sociales, Virginia Lago fue dirigida en cine por los más notables de la Argentina, desde Lautaro Murúa y Hugo del Carril, hasta Rodolfo Kuhn, Bebe Camin, María Herminia Avellaneda o Santiago Carlos Oves, por mencionar apenas a algunos. Y por su pasión sin límites, es decir el teatro, se subió al escenario no para hacer pavadas mediáticas, sino piezas de Pedro Orgambide, Ricardo Halac, Roberto "Tito" Cossa, Federico García Lorca, Griselda Gambaro, Antón Chejov, Ibsen, o trabajando textos de grandes creadores como Jorge Luis Borges. No hay que aclarar que también ha dirigido obras de María Elena Walsh, Raquel Diana, Beth Henley y hasta una gran adaptación de Daniel De Foe ("Robinson Crusoe...el mar"). En fin, sólo queda añadir que las burlas desmesuradas a una persona con esta trayectoria, habla peor de una sociedad que del medio que se utiliza. Cuando los incultos ocupan el lugar principal, un país queda al borde del abismo. Es casi una ley física.
(Publicado en el diario La Razón, de Buenos Aires)