11 enero 2013

Ricardo Fort no agota las localidades pero sí sus recursos

FORT Y SU VIUDA NEGRA
Por Humberto Acciarressi

Ya nos hemos ocupado de este tema. Ah, no, era otro ¿Y se trataba de Fort? Sí. O no. Bueno, son todos iguales, millones más millones menos. Hace unos días, el chocolatero se peló con su novio, Rodrigo Díaz, a quien acusó de formar parte de una asociación dedicada a esquilmar millonarios. Los mensajitos de textos que se leyeron en televisión son tan bizarros que dan vergüenza ajena. Pero -de acuerdo a lo ventilado públicamente- la cosa parecía grave. Tan peligrosa que hasta se habló de la posibilidad de un secuestro, en el que se involucró a la madre del noviecito, a "un relacionista público" (¿?) y no sé a quién más.

Como suele ocurrir en este ambiente de fantasía, esa caja en la que no corre el tiempo, no hay cambios climáticos y uno nunca se da cuenta si es de noche o de día, los mediáticos nunca miden lo que dicen. Sin la poesía de los personajes de Lewis Carroll, banales y obvios, se la pasan anunciando telegramas y juicios, que si realmente se cumplieran alimentarían más capítulos que las emitidos por "La Ley y el Orden" en dos décadas y chirolas.

Por otro lado, como en la TV sólo existe el tiempo de las tandas (la única variante no estudiada por Einstein), todo tiene que ocurrir a ritmo vertiginoso. Y Fort ya aprendió esas mañas. Un día acusa a Rodrigo y familia, al siguiente baja el tono, y a las horas confiesa que sigue enamorado y que el pobre pibe "siempre fue usado". Una nueva adaptación de aquello de la yunta de bueyes y no recuerdo qué otra cosa.

Pero en el marco de esta historieta (incluso la madre de Fort salió a decir que el peligro para su hijo está en el entorno del propio chocolatero), las redes sociales, los programas televisivos, los opinólogos y ahora yo, sentimos la necesidad de decir algo. Más enfermizo, imposible. Por alli alguien expresó "Pobre Fort, con toda la plata que tiene y sufre por amor". Coelho o Narovsky, reyes del lugar común, no podrían ser tan berretas. Personalmente me permito sospechar que todo esto tendría remedio con el cartelito de "localidades agotadas".

(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón,de Buenos Aires)