Por Humberto Acciarressi
El hecho ocurrió en un partido entre el Junior de Barranquilla, Colombia, que recibía en su cancha al Deportivo Pereira. No faltaba mucho para el pitazo final, y los locales ganaban por 2 a 1, cuando en el medio de una jugada en los alrededores del arco visitante un pelotazo le dio de lleno a una lechuza que estaba parada en el campo. Molesto por la interferencia del animal, el zaguero Luis Moreno se dirigió hacia ella (cuyo nombre se desconoce) y le aplicó una patada al cuerpo inerte del animal, que voló como un jet. Aunque el jugador pidió disculpas, la bronca es grande, especialmente porque parece que la lechuza vive (y aún lo decimos en tiempo presente) en el estadio. Pero las noticias no son buenas.
Aunque había dado muestras de recuperación, la salud del animal se complicó en las últimas horas y fue trasladado a un centro de alta complejidad, donde recibe oxígeno en terapia intensiva. "Su pronóstico es reservado", indicaron los médicos. Gente y animales rezan por su vida en vibrantes cadenas de oración. Mientras, el agresor fue citado a declarar por la policía y podría ir preso tres días, pena que los más extremistas consideran insuficiente. Una sociedad indignada asegura que la ley es obsoleta y si el castigo es tan escaso, las lechuzas serán pateadas en los estadios sin temor a mayores represalias. "Moreno entrará por una puerta y saldrá por la otra", argumentan los defensores del bicho. Tal vez sea necesario aclarar que esta historia es real.
(Publicado en la "Columna del editor" de La Razón, de Buenos Aires)