Por Humberto Acciarressi
Superman, Batman, Flecha Verde, Flash, el siempre paródico Super Ratón, los integrantes de la Liga de la Justicia, el Chapulín Colorado, en fin, cientos de superhéroes que durante años mantuvieron a raya a los archivillanos del mundo, fueron en realidad unos zopencos. Miremos, por ejemplo, al hombre de acero con su disfraz de Clark Kent: un lenteja emocional incapaz de resistir una sesión de terapia. Y el Batman televisivo, con su identidad secreta de Bruce Wayne (Bruno Díaz, no embromemos), defendía a Ciudad Gótica y soñaba con Ricardito "Robin" Tapia. Hoy podrían casarse y serían felices. Y ni hablemos de Peter Parker, el joven detrás del cual se esconde Spiderman. Sin ánimo de ofenderlo, un salame con todas las letras que no debería asombrarse si se entera que Mary Jane levantó campamento con el verdulero.
Hoy -a diferencia de esos paparulos de capa y máscara- los superhéroes son peores que sus enemigos. Y entonces, dice un estudio, perniciosos para los chicos. El ejemplo es Iron Man, ex soldado en Vietnam y en la Guerra del Golfo, obsesivo cumpulsivo, cafishio de mujeres. Y qué decir de Bruce Banner (Hulk), que con el paso del tiempo se fue convirtiendo en un ser cada vez más inestable emocionalmente. Una verdadera plaga. Por comisión u omisión, los superhéroes de antes y los de ahora están en tela de juicio. Simpáticas u odiosas mutaciones que ya no le caen bien a todo el mundo. Recórcholis, muchachos.
(Publicado en la "Columna del editor" de La Razón, de Buenos Aires)
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