Por Humberto Acciarressi
♫♫♫ Hey maestra, escuchamé, el Etna es un río, y China un volcán francés. Que dos y dos son veinte, eso ya lo sabés...♫♫♫ Así, con ritmo hip hopero, llevando el cuerpo de un lado a otro con los pies quietos, ante los ojos azorados de la maestra y la risa contenida de los compañeros, el pibe canta la lección. Es ahí cuando la docente semidesmayada le dice "no estudiaste nada" y añade que gracias a una desenfrenada generosidad y el cariño que le tiene, apenas puede ponerle un cero. Pero el chico se queja, porque en realidad estuvo toda la tarde del domingo estudiando. Lo que nadie tuvo en cuenta, pobre criatura, es que el pibe realmente estudió, pero con música de fondo. E ignoraba que una investigación acaba de sentenciar que eso es pernicioso para el conocimiento, a menos que estudies música (esto lo agregamos nosotros, que llevamos la ciencia en la sangre).
Lo que no dice el estudio es que se cuentan por decenas los años en que los estudiantes se aprenden sus lecciones con música de fondo. Y no son mucho más bestias que antes. Existe una larga polémica: ¿debe utilizarse la más alta de las manifestaciones artísticas como telón de otras actividades? No vamos a solucionar eso acá. Lo añadimos a las cuestiones pendientes de esta columna, como la existencia del chupacabras o la razón física por la cual los chanchos no vuelan. Y mientras, dejamos al alumno de marras, ahora estudiando sin música de fondo, listo para dar la lección más triste de su vida escolar.
(Publicado en la "Columna del editor" de La Razón, de Buenos Aires)