Por Humberto Acciarressi
Imaginemos por un momento la escena. Un sujeto llega a su casa con sonrisa de gatito feliz, olor a alcohol, tabaco y desodorante de ambiente de albergue transitorio, y -como en una comedia de Neil Simon- un corpiño colgándole del bolsillo (esto último no resiste el menor análisis, pero la exageración a veces es necesaria). La mujer, que lo espera fingiendo que lee una revista aunque su cara delate a una asesina serial, lo encara y no le da tiempo a reacción. "Vos estuviste con otra, ¿quién es?" (el "¿quién es?", inevitablemente, es un clásico de preguntas absurdas).
El pobre tipo, contra las cuerdas, se olvida que está en la vida real y se convierte en un personaje de Arthur Miller. Entonces le responde apuntándola con el dedo índice: "Sí, estuve con una, y ayer con otra, y la semana anterior con dos más". A ella la asustan los gritos e interroga. "Pero..., ¿por qué?... ¿no me amás?... ¿ya no te gusto?". Entonces él, sentándose en un sillón desvencijado, con más cara de amargura que de culpa, mientras trata de meter el corpiño entero en el bolsillo, dice con cara de Gregory Peck en "Cuéntame tu vida": "No sos vos, soy yo". Y antes que ella le parta un fierro en la cabeza alcanza a musitar: "Es que vos ganás más plata que yo. Y eso no lo soporto. Necesito otras mujeres para paliar esta injusticia del capitalismo".
Si el sujeto no termina baleado en el Argerich es porque la mujer, un rato antes, había leído la investigación realizada en Estados Unidos que dice que "los hombres que ganan menos que sus mujeres son propensos a engañarlas". No sabemos si ese estudio es serio, pero le salvó la vida a un tipo.
(Publicado en la "Columna del editor" de La Razón, de Buenos Aires)