Por Humberto Acciarressi
Los norteamericanos pasan la cuarta parte del tiempo navegando en redes sociales. El 25% de su vida; 91 días y algunas horas sobre los 365 del año. Si se descuenta lo que insume el sueño, la vida queda reducida a unos escasos momentos para comer, trabajar, divertirse, hacer fiaca, ir al baño e indeclinables cuestiones íntimas. Y entre las cosas que ya no se hacen, de acuerdo a un estudio, figura el uso del mail. Cayó en un importante porcentaje, inversamente proporcional al incremento del uso de Twitter y Facebook (su mensajería instantánea podría ser una causa, aunque la firma Nielsen reconoce que no puede asegurarlo rotundamente).
Pero lo cierto es que los mails, que parecían haber llevado a la cúspide la comunicación personal iniciada con las cartas y tarjetas postales de papel, ahora tambalean. La diferencia es que la bella estética de las antiguas post cards y los listones dorados de las esquelas de amor o de guerra, son dignos del recuerdo y hasta de miles de coleccionistas. Pero, ¿en qué se diferencia un mail de otro? Y no nos referimos al contenido sino al continente.
Un dato que no puede obviarse es que de tanto estar metido en las redes sociales, son muchos quienes no sólo no notan que ya no leen sus mails. Tampoco advierten que ya no comen, ya no hablan, ya no respiran, ya están muertos... Que no lean sus mails (que deberíamos deducir que cada vez son menos) es apenas un detalle.
(Publicado en la "Columna del editor" de La Razón, de Buenos Aires)
Ilustración: Una carta escrita a bordo del Titanic -recientemente subastada-, ya que hablamos de correos y naufragios.
Los norteamericanos pasan la cuarta parte del tiempo navegando en redes sociales. El 25% de su vida; 91 días y algunas horas sobre los 365 del año. Si se descuenta lo que insume el sueño, la vida queda reducida a unos escasos momentos para comer, trabajar, divertirse, hacer fiaca, ir al baño e indeclinables cuestiones íntimas. Y entre las cosas que ya no se hacen, de acuerdo a un estudio, figura el uso del mail. Cayó en un importante porcentaje, inversamente proporcional al incremento del uso de Twitter y Facebook (su mensajería instantánea podría ser una causa, aunque la firma Nielsen reconoce que no puede asegurarlo rotundamente).
Pero lo cierto es que los mails, que parecían haber llevado a la cúspide la comunicación personal iniciada con las cartas y tarjetas postales de papel, ahora tambalean. La diferencia es que la bella estética de las antiguas post cards y los listones dorados de las esquelas de amor o de guerra, son dignos del recuerdo y hasta de miles de coleccionistas. Pero, ¿en qué se diferencia un mail de otro? Y no nos referimos al contenido sino al continente.
Un dato que no puede obviarse es que de tanto estar metido en las redes sociales, son muchos quienes no sólo no notan que ya no leen sus mails. Tampoco advierten que ya no comen, ya no hablan, ya no respiran, ya están muertos... Que no lean sus mails (que deberíamos deducir que cada vez son menos) es apenas un detalle.
(Publicado en la "Columna del editor" de La Razón, de Buenos Aires)