Elin Nordegren, la bella ex modelo sueca, esperó paciente. Su marido desde el 2004, Tiger Woods, le había confesado públicamente tres infidelidades (una golfista y una camarera, entre ellas), pero los medios aseguran que no fueron menos de 120 mujeres. El se escudó en la más maravillosas de las excusas: adicción al sexo. Imaginemos la escena. Ella entra a la habitación, él está con una chica de calendario, ella le recrimina, él se defiende agarrándose la cabeza: "Menos mal que me estoy curando. Ya no aguanto estas situaciones". Ella agarra uno de los palos de golf del marido, lanza el golpe y le deja la cabeza girando sobre sí misma como la de Linda Blair en El exorcista. Se sabe que ese final con vómitos verdes no ocurrió, pero sí que ella lo hizo estrellarse contra un árbol, mientras le rompía los vidrios del Cadillac Escalade a palazos hace unos meses.
Ahora, Elin concretó lo que en términos golfísticos se llama un hoyo en uno. En el juicio de divorcio se queda con una cifra que va de los 100 a los 500 millones de dólares. Ni siquiera lo intentes: es imposible imaginarlo. Si por un sortilegio tu vida se extendiera dos mil años (por decir algo), tu sueldo no alcanzaría para llegar a ese número que Elin se lleva con paciencia, infidelidades del marido y un buen abogado. No te amargues, lector, en Calcuta están peor que vos. Y ni siquiera se enteran de estas cosas que hacen que uno sueñe con un palo de golf, en ganar un Abierto y con tener una esposa más tolerante.
(Publicado en la "Columna del editor" de La Razón, de Buenos Aires)