02 octubre 2006

Borges: las palabras y las cosas

























Por Humberto Acciarressi

El universo literario no tiene muchos ejemplos como Jorge Luis Borges. Casi no hay, incluyendo a Cervantes y Shakespeare, un escritor sobre el que parece haberse dicho todo. No por orfandad de teorías o enfoques, sino por exceso. Millones de sitios en Internet, miles de libros sobre su obra y su vida huérfana de grandes aventuras, no han dejado casi ningún costado por donde arar. Y razones no faltan. Autor de la prosa más revolucionaria del idioma castellano en los últimos siglos, escribir “borgeanamente” es una maldición que muchos no pueden eludir.

Ni siquiera cuando murió en 1986, hace dos décadas en la lejana Ginebra, dejó de ser blanco de las críticas. Denostarlo era entonces casi un deporte nacional, a la altura del futbol. Hoy ya nadie pone en duda que hay en la literatura un antes y un después de Borges. Son pocos – su admirado Kafka fue uno de ellos – los que han generado una forma de escribir que se haya convertido en adverbio. “Kafkianamente”, “borgeanamente”… La lista no es muy larga y eso algo indica. Pero lo que ha conseguido Borges – y en eso es único – es que nadie pueda volver a utilizar ciertos términos sin ser visto como, en el mejor de los casos, un imitador. ¿Quién puede escribir, por lo menos sin cierto pudor, palabras como “nadería”, “vasto”, “caramba”, “sospecho”, “sórdido” o frases como “los movimientos literarios son una comodidad de los historiadores” o con la que se refería a Groussac (“sabía inglés y sospechaba el griego”)?.

Ahora se está operando un fenómeno interesante. Los lectores más jóvenes encuentran en Borges una especie de abuelo lejano y querido. Los teóricos del postmodernismo han ayudado un poco, pero lo real es que pasadas las viejas polémicas, lo que queda es su literatura. En cierta ocasión Savater le pidió a Ciorán unas líneas para un homenaje del que participaron escritores de todo el mundo. El rumano, algo reacio, terminó sus líneas diciendo: Borges “podría convertirse en el símbolo de una humanidad sin dogmas ni sistemas y, si existe una utopía a la cual yo adheriría con gusto, sería aquella en la que todo lo mundo lo imitaría a él, a uno de los espíritus menos graves que han existido, al último delicado”.

Nacido en 1899, cultivó el gusto por las lecturas y fue autor de poemas, cuentos y ensayos memorables, ninguno de los cuales debería ser dejado de lado en una antología. Pero lo ya señalado, ¿qué más podría agregarse sobre Borges, salvo que su obra parece contener toda la historia de la literatura? Pero eso también se ha dicho, y seguramente mejor.

(Publicado en "La Razón" de Buenos Aires)