16 agosto 2015

Jemmy Button, el yagán que divirtió a los reyes ingleses

JEMMY BUTTON EN LA CUBIERTA DEL "BEAGLE"
Por Humberto Acciarressi

Alguna vez escribimos que fue, como el personaje de los Beatles, un hombre de ningún lugar, un sujeto a caballo de culturas diferentes que no alcanzó a pertenecer ni a una ni a otra. Pero primero, lo primero. Se sabe que queda muy poco de las etnias americanas anteriores a Colón, y no siempre debido a colonizadores o conquistadores, sino a sus propias guerras intestinas. Unos escasos códices mesoamericanos, tradiciones orales desvirtuadas por el paso del tiempo y leyendas muy similares a las de quienes llegaron del otro lado del Atlántico. Cuando Neruda escribe que los españoles se llevaron el oro pero nos dejaron las palabras, es una verdad a medias. E incluso sabemos más de aquellos nativos gracias a los cronistas de Indias y sus cartas de relación. De las culturas precolombinas, la más elemental fue la que habitaba al sur del estrecho de Magallanes. Abandonado por los españoles, ese confín austral estaba en la mira de los ingleses, más interesados en negocios futuros que en Dorados imaginarios.

En 1830 llegó a esos parajes argentinos un barco británico, el Beagle, al mando de Robert Fitz Roy, un aristócrata que descendía de un bastardo de Carlos II. El capitán, que mantenía un trato cordial con la tripulación, era considerado despectivamente por sus pares como "un humanista". Aunque se ignora el motivo, los marinos capturaron a cuatro nativos fueguinos a quienes bautizaron como York Minster, Boat Memory, Fuegia Basket y Jemmy Button, que debió su nombre a que fue cambiado por un botón de la chaqueta de Fitz Roy. Hay que señalar que esta historia se conoce por fuentes inglesas, de las que se nutrieron narradores posteriores como Richard Lee Marks, Bruce Chatwin y Eduardo Belgrano Rawson. Sabemos que durante el viaje, los nativos tenían la mirada triste, similar a la del gigante patagón capturado por Magallanes unos siglos antes. Y también que Fitz Roy se encariñó con los fueguinos y que Boat Memory murió de viruela en Montevideo.

Cuando los yaganes arribaron a Inglaterra recibieron la enseñanza del inglés y del dogma cristiano. Bastaron dos años en el imperio, para que los fueguinos vistieran como británicos, tomaran el té en tazas de porcelana, durmieran en camas reales y acudieran a la iglesia. En el verano de 1831, el rey Guillermo IV y la reina Adelaida los recibieron en palacio. Jemmy, Fueguia y York hablaron en un inglés chapurreado que divirtió a los monarcas, que tampoco se tomaban en serio a Fitz Roy. Las crónicas de palacio registran que la reina le regaló a Fueguia un bonete, un anillo y un bolso; el rey se lo llenó con monedas; y luego los despidieron. El retorno a Tierra del Fuego fue un hecho cuando Fitz Roy ya no pudo hacerse cargo de sus amigos. El capitán vio como Fueguia, Jemmy y York cargaban juegos de té, manteles y ropas de lujo, muebles pequeños y una variedad de objetos absolutamente inútiles.

En el viaje conocieron a un joven que nunca les cayó en gracia: Charles Darwin, que a diferencia de Fitz Roy, afirmaba que esos salvajes sólo servían para estudiarlos. Ya en Tierra del Fuego, el marino humanista les preguntó si querían volver a Inglaterra. Button se negó. Desnudo, demacrado y hambriento, volvió a negarse a los meses. York, en el interín, fue asesinado por otros yaganes, y Fueguia vivió escondida entre las piedras australes por miedo a que le aplicaran la "tabacana", la eutanasia fueguina. En 1857, a más de dos décadas de su vuelta, Button volvió a negarse a viajar a Inglaterra, empecinado en enseñarles inglés a los yaganes. Fitz Roy, enfrentado duramente a Darwin, en la mañana del 30 de abril de 1865 se miró en el espejo y se cortó el cuello con una navaja. No alcanzó a enterarse que su amigo Jemmy había muerto durante una epidemia, apenas un año antes, en aquel confín frío y desolado, tan lejano a las cortes reales.

(Esta columna fue publicada en el diario La Razón y también podés leerla acá)