Por Humberto Acciarressi
El androide Hitchbot, experimento canadiense que estudia el comportamiento de las personas ante los avances tecnológicos, fue atacado y decapitado en un barrio de Filadelfia, cuando realizaba un viaje a dedo, de costa a costa, por los Estados Unidos. Este "Arturito" siglo XXI ya había realizado andanzas similares en su patria canadiense y en Alemania, pero no había sufrido inconvenientes. Pero los Estados Unidos -se sabe- tiene serios problemas con la inmigración, y encima anda dando vueltas Donald Trump con su pelo ridículo, lo que obviamente no tuvo en cuenta Hitchbot, que para los yanquis también es un extranjero. Y, en consecuencia, así le fue al pobre androide. Quizás le hizo demasiado caso a la frase "Don´t panic" de su colega literario, el Marvin de "La guía del viajero intergaláctico" de Douglas Adams.
Vos recordás que Blanche DuBois. en "Un tranvía llamado deseo" de Tenneesse Williams, dice en medio de su delirio y para la eternidad aquello de "siempre he dependido de la amabilidad de los extraños". Pues bien. Lo mismo le sucedía a Hitchbot y le fue mal. Como no se traslada solo, sus viajes los realiza -esperemos que sus "padres" Frauke Zeller y David Smith puedan repararlo- haciendo dedo. Está capacitado para tener charlas rutinarias con peatones y choferes, e incluso en Europa hizo muchos amigos, entre ellos los integrantes de una banda de heavy metal a quienes acompañó en una gira. También fue el extraño invitado a una boda y asistió a una convención de comics. Su GPS, una máquina de fotos y su conexión wi-fi le permitía tener actualizado su Facebook.
Por lo que hemos escrito, habrás advertido que Hitchbot tenía todo para ser feliz. Incluso lo habían definido como "un robot bueno", y es evidente que se topó con seres humanos malos. Al momento de escribir estas líneas, el cuerpo del androide aún se encuentra en Filadelfia. Sus creadores apenas recibieron una foto que les sirvió para constatar el "crimen". Con el objeto que los más chicos no sufran, los inventores resolvieron no hacerla pública. No por ahora. Ya parece muy lejano el 17 de julio pasado, cuando el robotito comenzó en un pueblito de Massachusetts su periplo estadounidense, con su sonrisa y una vincha en la que se leía "O San Francisco o nada". Hoy, el androide simpático es pasado y para que vuelva a ser futuro depende de la ciencia y las ganas. Hasta el momento, de acuerdo a lo que averiguamos, sólo los delincuentes conocen los motivos del crimen. Y de ellos no se sabe nada.
(Publicado en el diario La Razón, de Buenos Aires)
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