18 febrero 2015

La única estupidez que le faltaba a Carta Abierta


Por Humberto Acciarressi

Si algo le faltaba a ese conglomerado oficialista llamado Carta Abierta, ese nucleamiento que alberga al funcionario kirchnerista Ricardo Forster -que dirige la inexplicable y fascistoide Secretaría de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional -, al director de la Biblioteca Nacional Horacio González, y a un número nunca conocido de gente que escribe, era solicitar a la Suprema Corte de Justicia de la Nación que prohíba la marcha convocada por los fiscales en homenaje a la memoria de su colega Alberto Nisman, cuya muerte no elude la posibilidad de un crimen político. Estos pseudo-intelectuales que sobreviven al amparo del poder kirchnerista le solicitaron a los magistrados del alto tribunal que frenen lo que ellos denominan "convocatoria desestabilizadora” de los integrantes del Poder Judicial argentino.

Sería largo enumerar los ensayos, opiniones y estudios sobre el papel del intelectual en la sociedad. Desde los lejanos tiempos del Siglo de Oro griego hasta la actualidad, han sido miles los escritores, filósofos, ensayistas, poetas y científicos que han dado su vida por mantener su independencia frente a las más variadas formas del poder. Y lo han hecho, cada uno con su idea y en su tiempo, con la certeza de que el poder es dogma que ordena, mientras que la labor intelectual debe ser la de desarmar esos argumentos preestablecidos. Por eso el verdadero intelectual debe encarnar el contrapoder, y aún así mantener la mente abierta para reflexionar también sobre esto último.

Algunas dictaduras del siglo XX -la fascista en Italia, la nazi en Alemania, el stanilismo en la URSS anterior al llamado "deshielo"- fueron impiadosos con los intelectuales opositores. Y muy generosos con los adictos a esos regímenes. Esas tres grandes desgracias que tuvo la política mundial en la centuria pasada dejaron múltiple descendencia, aunque formada por hijos patéticos, que ni siquiera le llegan a los tobillos a las bestias de sus antepasados en ese quehacer de defender al poder del Gran Hermano orweliano. En ese conglomerado casi surrealista se encuentra Carta Abierta, que lo viene demostrando con el entusiasmo servil del esclavo predilecto del amo. Ahora le han encomendado intentar frenar una marcha, como antes le dieron otros trabajos sucios (recordar a Horacio González cuando Mario Vargas Llosa vino a abrir una Feria del Libro o a Forster diciendo que la denuncia de Nisman contra la presidente y su entorno, fue para arruinarle el verano a los argentinos), y en el futuro le encomendarán otros. Allá ellos, socios de D´Elía en los argumentos, pero que dejen de llamarse intelectuales. Son militantes que llevan la letra "K" como otros llevaron la cruz gamada.

(Esta columna fue publicada en el diario La Razón y también podés leerla acá)