"Pese a su traición, pese al adiós definitivo, nunca podría olvidarla. Subió pesadamente las escaleras, una a una, él que gustaba de subir de tres en tres, como si ahora cada escalón fuera un mazazo en las rodillas. Al llegar ante la puerta le saludó el relieve de «Dios guarde esta casa» con una ironía que se le escapaba. Llamó al timbre. Tuvo que esperar un instante. Lo mejor sería irse, no tenía nada que hacer allí. Dudaba incluso que el dolor le permitiera hablar"
David Trueba
(Fragmento de "Abierto toda la noche")