07 julio 2014

Morrison y el mito que sigue intacto


Por Humberto Acciarressi

Los archivos registran algunos datos que, a veces, resultan muy escuetos. Por ejemplo que James Douglas Morrison nació -hijo de un almirante de la marina yanqui- el 8 de diciembre de 1943 en Melbourne, Florida, y fue un avanzado estudiante de la prestigiosa UCLA. Fue, además, un muy buen poeta, un cineasta, un hombre de teatro y pasó a la posteridad como una estrella del rock que sigue siendo venerada a más de 40 años de su muerte, ocurrida el 3 de julio de 1971. Menos de un lustro antes, el New York Times había escrito: "Morrison es el símbolo sexual más poderoso que haya aparecido en la música popular norteamericana desde James Dean y Elvis". Entre una fecha y la final, se presentó en el festival de la Isla de Whigt, convertido en un obeso con la cara escondida por una barba abundante y desaliñada.

El cantante de The Doors (nombre inspirado en "Las puertas de la percepción" de Aldous Huxley), ya estaba atrapado para siempre en el cruce de dos épocas, ambas marcadas por la psicodelia, el hippismo, la rebelión antibélica y la furia antisistema. Como un puente entre la euforia de los 60 y la declinación de los 70, los Doors plasmaron en ocho placas las bases en las que luego descansó la leyenda. Más allá de Manzarek, Krieger y Dansmore, fue Morrison el portador del sello poético de Huxley, William Blake, Baudelaire y Rimbaud. El fue el gran inspirador del grupo, y cuando se hartó de ser un rock star se consagró pura y exclusivamente a escribir poesía. Es cierto -hay que señalarlo- que no tuvo mucho tiempo.

Poco antes de morir entró a un estudio de grabación, pero no para hacer música, sino para recitar sus propios poemas, que después de años de olvido llegaron al disco con el nombre de "An American Prayer" y es considerado el noveno disco de los Doors, aunque en realidad los sobrevivientes le hicieron una cortina musical a la voz de Morrison diciendo sus escritos. Dos películas, una de los 70, la otra de los 90, reavivaron el mito de la banda y su frontman. Por un lado, la magnífica "Apocalypse Now" de Francis Ford Coppola, que comienza -y luego el tema sobrevuela el film y lo concluye- con el tema "The End", imágenes de la guerra de Vietnam y el sonido metálico de las hélices de un helicóptero artillado. Por el otro, la película "The Doors" de Oliver Stone, en la que este director deja ver sus peores defectos. De cualquier forma le hubiera gustado a Morrison, que aseguraba que "la vida es una larga película sin director".

Su existencia, sin embargo, no fue precisamente larga. Vivir en los Estados Unidos se le había convertido en un problema mayúsculo, que incluía asuntos serios con la justicia y hasta una pena de prisión. Sus allegados lo alentaron a irse del país, cosa que hizo con gran gusto. Ya en Paris, alejado de la gente que ya lo molestaba demasiado, escribiendo poesía, discutiendo con su esposa Pamela Courson, anestesiándose con drogas, el mencionado 3 de julio apareció muerto en la bañadera de su casa. Tenía 27 años. Unos meses antes, el Rey Lagarto, durante una cena, le había comentado a unos amigos: "Están bebiendo con el número tres". Se refería, naturalmente, a las muertes de Jimi Hendrix y Janis Joplin, bien recientes en ese momento. Cumplió su promesa.

(Esta columna fue publicada en el diario La Razón y también podés leerla acá)