El peronismo, por mencionar apenas el más emblemático al punto que después del golpe del 55 se autodenominaba "el poeta depuesto", tuvo en sus filas a Leopoldo Marechal, casualmente uno de los escritores preferidos del hoy Papa Francisco. El autor de "Adán Buenosayres", como anécdota, pasó del ultracatolicismo a la fe protestante, cuya influencia se advierte en "El banquete de Severo Arcángelo". El asunto es que Marechal fue uno de los poetas más sobresalientes de la Tercera Posición. Pero los tiempos han cambiado.
Ahora, el actual tótem kirchnerista Orlando Barone, suma una nueva perla a su vasto currículum: asesino serial de la poesía. Hombre sin pensamiento propio, quiere ser al kirchnerismo lo que Marechal y Discépolo fueron al peronismo. Sin embargo ahora no son tiempos de profundidades sino de frívolas superficies. Así como en su momento Barone escribió "La bella mierda" para celebrar el 7D, ahora terminó de redondear su estilo de idem para sumarse a "la captación" del Papa Francisco -en palabras de José Pablo Feinmann- que impulsa el cristinismo y que el panquequismo militante de Luis D´Elía ilustra tan bien.
Orlando Barone, entonces, escribió "Papanatología", un engendro que demuestra por lo menos dos cosas: que cree que un escrito es un poema con sólo utilizar versos; y que como poeta sólo lo recordarán las revistas de humor. Vamos a citar un párrafo, ya que hacer más nos causa vergüenza ajena: "Tampoco kirchnerizar ni cristinizar/porque para eso está la Cámpora/que está en todas partes".
Obviamente este escriba kirchnerista no es Eliot, ni Pound, ni Orozco, ni Vallejo, ni Marechal. Ni siquiera es Belén Francese, quien escribió "Como la soja está de moda, el trigo parece un mendigo, pero en realidad es un amigo". El problema de Barone es que la vedette se toma en broma a sí misma, mientras él se cree el vate del pueblo K. Un verdadero mamarracho que justifica largamente las burlas y las risas que provocó en las redes sociales.
(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)
(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)