Por Humberto Acciarressi
Siempre es poco lo que puede decirse de Marcelo Arce, especie de biblioteca ambulante de la música, sea en lo estrictamente técnico, sea en lo anecdótico. Con la sensibilidad que ofrece el arte, el musicólogo transmite sus conocimientos a grandes públicos o en la charla íntima, matizada con un contagioso buen humor. Y habla con el mismo entusiasmo de Sting o de Karajan, de Mahler o de Frank Zappa.
-¿Por qué lo clásico y lo moderno suele ser antagónico?
Para mí el concepto correcto es "la clásica música". Al punto que hasta registré el concepto. Fue una forma de luchar contra la llamada "música culta", que termina siendo "oculta". Hay una única música, la buena.
-A vos te gusta hablar de un árbol, con un grueso tronco y muchas ramas
Tal cual. Las raíces son la música étnica, dividida en tres grandes bloques: afro, asiática y celta. El tronco es la música escolástica, que pone orden con la forma, la armonía, el contrapunto y tanto más. Y después tenemos las ramas que son la clásica, el rock, el folclore, el tango, el jazz, la new age, el pop. Es decir, una copa frondosa que se retroalimenta.
-Aún así, ¿no existe una tendencia a dividir entre esa "clásica música" y lo restante?
Efectivamente. Pero eso no quiere decir que esté bien ¿Quién puede negar que son clásicos Mercury o Duke Ellington o Salgán? Clásico es aquello que es ejemplar y que resiste la prueba del tiempo, como sucede con "Rapsodia Bohemia", "Caravana" o "A fuego lento". Esa es la razón por la cual existen múltiples puntos de contacto entre "los clásicos" y "los modernos". Un ejemplo: Vivaldi y Los Beatles.
-Ya que hablás de eso, ¿hay gente que le teme a la clásica música, según tu definición?
Tal cual. Todavía hay algunas emisoras de clásica que la anuncian con voz engolada, tono velatorio y con la fonética ininteligible para el nombre del pobre compositor, esté vivo o muerto. Después de una charla que ofrecí sobre Mozart y Lennon, se me acercó un punk y me preguntó más cosas sobre "Wolfie". Quedó fascinado. Hay sitios donde eso no sorprende. Es común ver en una plaza de Leipzig a 50.000 personas frente a dos escenarios: en uno la sinfónica acaba de tocar Schumann y en el otro comienza un trío de jazz. Y la gente se queda en ambos.
-¿Es difícil darle ese tono didáctico a tus clases?
Cuando comencé, hace casi 40 años, estaba solo con un Winco. Ahora trabajo con 16 personas, una pantalla gigante, equipos. Estos espectáculos (a mí me gusta llamarlos así) son para todo público, "para los que no sabemos música". No son clases, ni conferencias.
-Si tuvieras que definir un objetivo, ¿cuál sería?
Ayudar a todo público a descubrir y describir las obras y sus intérpretes.
-¿Acá sabemos de música?
Mucho de la que nos gusta. Eso es bueno, y puede ser malo. Ya que a veces uno se encasilla. Soy partidario de escuchar poco muchas veces, y cada vez más música.
-¿Y los músicos?
Hay de todo. Por ejemplo, si me dicen que Fito Páez afina, no tienen oído. Y les recomiendo que escuchen a Mercury, a Rod Stewart, a Sinatra, Yupanqui, Piazzolla...
(Publicado en el suplemento de música "¿Te Suena?", de La Razón, de Buenos Aires)