En el mismo momento en que uno de los entonces pares de Bergoglio anunció desde el histórico balcón el "Habemus Papam", en las sombras comenzó a tejerse (y bordarse, y construirse, y todos los verbos que se te ocurran con el "hacer") una inmensa red de cosas y variado precio, además de para todos los gustos. En Roma, en los países más distantes entre sí, en la Argentina y hasta en el hoy proclamado "barrio del Papa" (es decir Flores), aparecieron desde banderas mitad argentinas mitad vaticanas, estampitas, vasos, tazas, cruces, platos, folletos, llaveros, canciones, y todo lo humanamente negociable en mundo tan espiritual.
Ahora, el gobierno porteño ya ofrece el "Tour del Papa" -aún no implementado, pero para que la gente lo vaya agendando-, no sólo para turistas, sino también para argentinos deseosos de caminar las calles por las que anduvo el hoy Francisco, o ver su casa natal en Flores, o rezar en las capillas en las que forjó su historia como párroco, el colegio dónde estudió, obviamente la sede del Arzobispado, o la plaza Herminia Brumana, en Membrillar y Francisco Bilbao, donde jugaba al fútbol con sus amigos. En fin. Difícilmente se les escape algo en el recorrido.
Incluso se estudia llegar hasta la Basílica de Luján, que está fuera de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y en pleno territorio bonaerense. Los que quieran realizar el "Tour del Papa" en los buses que hoy se utilizan para otros recorridos turísticos, deberán pagar -según algunas versiones periodísticas- alrededor de 970 dólares por una semana de recorridos. A ojo de buen cubero un montón de guita que, como pediría el mismo Francisco, podría ser destinado a los más pobres y marginados de esta sociedad en la que abundan.
Humildemente pienso que una banderita de cinco mangos (a ese precio se vendía durante la noche de vigilia en la Catedral Metropolitana) está bien lejos de este dineral. Se me dirá que son cosas distintas. Y sí: son cosas distintas. Y nuestro primer Papa ya se encargó de diferenciarlas en muy pocas palabras.
(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)