Por Humberto Acciarressi
En esta columna hemos escrito sobre los acontecimientos más bizarros, los inventos más inútiles y los delirios más exquisitos. Muchos de ellos -y lo hemos hecho notar- ocurren en China. Y acá va otro botón de muestra. Ahora, en un país donde se controla la natalidad, se pusieron de moda las "panzas de embarazadas" hechas de silicona. Y ya marcan un record de ventas. Las mismas se consiguen en tiendas on line y en comercios de la vía pública. Son el boom, el "dernier cri" de la moda de las chinitas.
Lo curioso es que no tienen que ver únicamente con la estética, ya que las chinas, muy vivas, utilizan la panza de siliconas para no hacer la cola en algún lugar (cines, supermercados, etc), viajar más cómodas en los colectivos (ya que ligan los asientos), y otras gangas semejantes. A un precio de 90 euros, los vendedores de "panzas" se están llenando de oro, y no te extrañe que en cualquier momento comiencen a exportarlas. "Ya no necesitará hacer cola y cada día en el colectivo podrá tener asiento", anuncia una de las páginas que ofrece el producto.
Lo más curioso es que esto no es nuevo, sino que tiene un tiempo. Y sin embargo fue recién la semana pasada que una mujer de Beijing, de apellido Zhang, apareció en las noticias al ser descubierta "in fraganti" con uno de estos implantes en el subte de la capital china, queriendo pasar gato por liebre. La doña fue criticada por otras mujeres que, mientras tanto, corrían a comprarse "su" panza de embarazada.
Lo más bizarro es la forma en que descubrieron a Zhang. Resulta que los pasajeros del subte notaron, algo alarmado, que la panza de la mujer embarazada se movía de una forma extraña y se corría de un lado para otro. Tal vez era un talle mayor, aunque eso no lo especifican los cables. En un momento, cuando alguno temió que saltara un Alien, le comentaron a un guardia. Y allí se destapó la olla. Corolario insólito: la tramposa quiso denunciar a la empresa que le vendió la panza, porque no sirvió para lo que ellos prometían en su publicidad. El juez no le tomó la denuncia.
(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)