Como todos los años, las calles de la ciudad española de Buñol se transformaron en un mar rojo ¿De sangre? No, de tomate. La ya clásica tomatina convocó a 40.000 de personas, que utilizaron 120 toneladas de tomates como municiones en un bombardeo que duró una hora. Se colocaron duchas portátiles para que los celebrantes pudieran bañarse antes de irse. Un verdadero asco.
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