Por Humberto Acciarressi
En Australia pueden encontrarse, más habitualmente que en otros lugares, canguros, koalas, demonios de Tasmania, pinturas rupestres y pasteles de carne. Ahora incorpora a sus íconos a la magnate Gina Rinehart, dueña de la minera Hancock Prospecting, consagrada como la mujer más rica del mundo con una fortuna de 29.200 millones de dólares. Y todos los pronósticos indican que, si se mantiene la bonanza de los minerales, va camino a superar también a los hombres, se llamen Carlos Slim o Bill Gates.
Con 58 años y el cuerpo de una luchadora de sumo, Gina es también la principal accionista del grupo mediático Fairfax. mal que le pese a sus familiares por parte de padre (quien se casó en terceras nupcias con una empleada doméstica) y a tres de los cuatro hijos que ella misma tuvo en dos matrimonios. Todos ellos quieren una mejor repartija del imperio heredado. Pero resulta que a la gordita multimillonaria no le gusta hacer buenas migas. Suelta de cuerpo, en una entrevista, acaba de dirigirse a los trabajadores: "Si se sienten envidiosos de los que tienen más dinero que ustedes, no se queden sentados quejándose. Hagan algo para ganar más, pasen menos tiempo bebiendo, fumando y charlando. Trabajen más". Y lo dice aquella cuyo mayor mérito es haber... ¡¡¡heredado!!!
Hay gente muy caradura en el mundo, y la plata los vuelve más impunes. En el caso de Gina, no se queda en meros reportajes. También acaba de aconsejarle al gobierno australiano que disminuya el salario mínimo y los impuestos a los grandes capitales ¿De dónde sacaron a esta retrógada feudal? Cómo serán las cosas, que el propio ministro de Finanzas de Australia salió a decir que "estos comentarios son un insulto para los millones de trabajadores australianos que sudan sangre para alimentar a sus hijos y pagar las facturas". Pero Gina no hace caso e insiste. Y los trabajadores de sus empresas tiemblan. Lo más lindo de estos magnates como Gina, es que cuando la cosa viene mal se victimizan.
(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)