Por Humberto Acciarressi
En la India pasan cosas raras. No parecen muy preocupados por la alimentación de millones de sus habitantes, pero hacen cosas indecibles con respecto a los elefantes. Ahora, sin la intervención de Cormillot ni del programa televisivo "Cuestión de peso", autoridades de casi todo el país han recibido una orden: hay que regular la dieta de los paquidermos obesos que forman parte de ceremonias y festivales. Eso después de un estudio que determinó que la mayoría de los elefantes de los templos son descomunalmente gordos.
Claro que el sobrepeso de un animal de tamañas proporciones no es moco de pavo. Por ejemplo, "la elefanta Parvathi tiene 500 kg de sobrepeso", declaró Pon Jayaraman, director del templo Madurai Meenakshi Amman. Los veterinarios aseguran que la obesidad se debe al cautiverio. Mientras en la selva comen más de 200 variantes de frutas, flores, raíces y ramas; en cautiverio se limitan al arroz con sal y azúcar. Lo que por otro lado nos lleva a reflexionar que mis perros comen mucho mejor que aquellas criaturas sagradas,e incluso son más fáciles de tenerlos tirados a tus pies en el living.
Por las mencionadas razones, los activistas por los derechos de los animales sostienen que aquellos están siendo violados en la India. Y que urgentemente hay que buscar una solución para que los elefantes no sigan engordando. Tenerlos todo el día a yougurt no parece ser una solución, y mucho menos recetarles un té con tres galletitas sin sal por la mañana y un pollo deshuesado y con aceite de oliva al mediodía. Hay que presumir que en la segunda jornada, el bicho ya habrá escapado matando gente en su camino.
Por otro lado, se dice que la obesidad de los elefantes es un mal ejemplo para los seres humanos. Una estupidez sin vueltas. Eso es como prohibir los cerdos para que la gente no se revuelque en la basura o los pájaros para que a ninguno se le ocurra seguir su ejemplo y se tire del piso treinta de un edificio agitando los brazos. Una bizarrada.
(Publicado en la columna "El click del editor", de La Razón, de Buenos Aires)