Por Humberto Acciarressi
Los científicos, que ya no se dejan asustar por los hombres de negro, dan todos los días un pasito más en el estudio de una posible vida extraterrestre. Ahora descubrieron algo en California que agrega elementos para lo que el cine, la ciencia ficción, Fabio Zerpa y casi todos los chiflados de los hospicios ya sabían: no estamos solos en el cosmos. A partir de ahora, en lo que a mí respecta, Alf era realmente oriundo de Melmac y jamás hubo un enano dentro suyo; el pobre ET quería sinceramente comunicarse con su mamá vía telefónica: y jamás voy a pasar por el Triángulo de las Bermudas, salvo cuando resuelva ser abducido por una raza de escarabajos que hablen en maya antiguo y dispongan de armas capaces de matar una pulga a diez millones de años luz.
El concepto mismo de ciencia ficción se derrumba y la pelea entre Alien y Depredador pasa a ser un documental, o eventualmente una comedia de enredos de Neil Simon ¿Será finalmente comprendido el agente Mulder?, ¿los Visitantes no eran extras de Hollywood? Y una pregunta que temo hacer... ¿era el orejudo señor Spock el verdadero artista y Leonard Nimoy el personaje?, ¿es Robin Williams un nativo de la Tierra o realmente se llama Mork y llegó de Ork?, ¿le sigue pasando datos a Orson? El asunto es que a partir de ahora, la Guía del Viajero Intergaláctico, el libro de Douglas Adams llevado al cine, será mi agenda personal. No sea cosa que me cruce con Darth Vader y esa bestia inescrupulosa me envíe a otra dimensión, allí donde no pueda encontrar a la princesa Leia. Y ahora los dejo, porque es la hora en que comienzo a mirar al Sudeste.
(Publicado en la "Columna del editor" de La Razón, de Buenos Aires)